Existen en la actualidad escritores sevillanos que escriben un nuevo
libro cada dos meses. Son los “Depositarios de las
esencias” de la Ciudad
y pertenecientes a una “Camarilla cultural” donde funciona a discreción el hoy
por ti y mañana por mí. Tú me prologas mi libro y yo te presento el tuyo. Solo
se necesita un público sediento de conocimientos sevillanos (para fardar en
bares y eventos de todo tipo), unos avispados escritores y unos Editores locales
que hagan el resto (editar y sacar el libro al mercado). Son escritores enormemente
conocidos en los cerrados y obsoletos “Ambientes cultos” de la Ciudad (fundamentalmente en
aquellos más cercanos a la
Hermandades) pero totalmente desconocidos allende nuestras
fronteras más cercanas. Por ejemplo, hasta las personas cultas de Castilleja de la Cuesta ignoran su
existencia, así que no hablemos de Andalucía, España o el Universo literario.
Esto parece importarles poco. Son stajanovistas locales de la letra impresa (y
presa) que terminan produciendo –escribiendo- libros a una velocidad de
vértigo. El rigor intelectual ni está ni se le espera. Sevilla siempre queda presente en sus escritos
y, a no dudarlo, algunos son hasta medianamente interesantes. Funcionan
agrupados en los brazos del corporativismo y los tenemos hasta en la sopa
(boba). Dicho todo esto debo aclarar que
al final lo que escriben a ellos les resultará de gran utilidad y,
posiblemente, también a no pocos sevillanos. Por tanto no tengo nada que
objetar y que cada uno se lo monte como quiera y/o pueda. Siempre he
considerado la creación artística (en cualquiera de sus vertientes) como algo
que se gesta en la soledad más creativa y que, a la postre, debe volar libre
como las palomas. Por estas tierras de tantos contrastes o eres andaluz
universal en activo (llámese Paco de Lucía, Antonio Banderas o Antonio Muñoz
Molina) o serás devorado por el implacable círculo pueblerino que siempre ha
rodeado y rodea Andalucía. Conozco casos de sevillanos universales que han triunfado
plenamente en el extranjero en cualquier faceta científica, artística o
cultural y que aquí son unos perfectos desconocidos. Valga como botón de
muestra el caso de un sevillano de la calle Vírgenes y que responde al nombre
de Luis Rojas-Marcos de la Viesca.
Psiquiatra afincado en
EEUU y con una docena de libros publicados imprescindibles para conocer los
entresijos mentales y/o conductivos de las sociedades contemporáneas. Desde
1982 hasta 1992 fue responsable máximo de los Servicios de Salud Mental,
Alcoholismo y Drogodependencias de la
Ciudad de Nueva York. Fue nombrado Presidente del Sistema de
Hospitales Públicos de “la
Gran Manzana”. Tenía plena competencia y responsabilidad
sobre 16 hospitales públicos y de toda la red de ambulatorios de la
Ciudad neoyorkina (dicho con todos los respetos: no era
precisamente un celador del Ambulatorio de Marqués de Paradas). Pues bien si preguntamos por este ilustre
sevillano en algunos ambientes “culturales” de la Ciudad seguro que algunos
nos dirán: ¡Si hombre uno que es “loquero”, hermano de Alejandro el que fue
Alcalde durante la Expo! Se me ocurre una docena larga de sevillanos,
verdaderamente ilustres, que como en el caso de Luis Rojas-Marcos triunfan
plenamente en sus actividades fuera de nuestro país. Llevan a Sevilla en el corazón y exportaron
con ellos lo mejor de su Ciudad.
Viajeros sin retorno que dejaron atrás una tierra donde los componentes
de las “Camarillas culturales” siempre se están mirando en el mismo espejo…
¡Espejito, espejito, dime quien es en Sevilla el más listito! Nuestros “exiliados” más eximios le dieron a
Sevilla su necesario e imprescindible barniz de universalidad. Solo se muestran
corporativos con el talento y la voluntad de hacer bien las cosas.
Ilustres, verdaderos y desconocidos sevillanos ilustres.
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