Decía Miguel Ángel Yáñez Polo refiriéndose al silencio -los silencios
sevillanos- lo siguiente: “Es como una
clave musical donde se te abren los sensorios y puedes hacer una especie
de examen de conciencia de lo que ha
sido la Historia
de la Ciudad”.
Sevilla está hecha para gozarla desde el silencio y para vivirla
profundamente con los silencios. Para visitar el Alcázar; la Catedral; el Salvador; el
Museo de Bellas Artes o las Basílicas del Gran Poder y la Macarena es
imprescindible vestirse del ropaje del silencio más profundo. Muchas veces, quien calla más que otorgar
reflexiona. Puedes procesionar con tu Hermandad la tarde-noche de un Jueves
Santo y compaginar tu profundo silencio con el bullicio callejero. Son elementos
perfectamente complementarios. Cruzar una atestada calle Tetuán un día navideño
y sentir la percepción de que el silencio también está presente. En una
amigable charla de taberna las pequeñas pausas en la conversación son las más
interesantes: posiblemente estemos reflexionando sobre cuanto hemos escuchado. En
Sevilla existe una mezcla de difícil equilibrio entre lo romano y lo árabe.
“Procesionamos” muchas veces sin ton ni son de un sitio para otro y también
somos capaces de medir los compases del tiempo con la vara del temple. Culos de malos asientos y asientos
desvencijados por las sentadas eternas. En Sevilla hace tiempo que se han
terminado por confundir casi todos los conceptos que le dieron forma a su
idiosincrasia. Hablamos cuando debíamos
callar y callamos cuando tendríamos que hablar. De manera programada han
conseguido de nosotros que seamos papanatas repetitivos que siempre nos
expresamos por boca ajena. La globalización ha terminado por conseguir que
termine reinando la banalización. Curro se llevo con él los profundos silencios
de la Maestranza
y tan solo Morante puede conseguir que vuelvan.
Nos quedan pequeños reductos por defender antes de que el silencio -los
silencios sevillanos- sean ya cosa del
pasado. Cuando alguien -o algo- interrumpe el silencio que nace de la
contemplación y/o la meditación está secuestrando el alma de la Ciudad. El
silencio, los sonidos del silencio sevillano.
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