viernes, 31 de enero de 2014

Prisionero del hartazgo





Se nos termina el mes de Enero y nos deja claro un mensaje de que ya casi nada es lo que un día fue. Ni las Fiestas Navideñas; ni los Reyes Magos (los otros tampoco); ni las Rebajas y, lo más preocupante, tampoco nosotros. Pasó el Quinario del “Gran Poder de Sevilla” y la Novena del “Señor de Pasión” como fieles testimonios de que la Ciudad se resiste a desprenderse de sus más nobles y genuinas tradiciones. Hemos celebrado unas festividades cada año más vacías de contenido, donde impera el paganismo más insustancial y un baldío intento comercial para que volvamos a consumir como antaño. Las calles lucieron una prolífica iluminación navideña tendente a que la gente salga de las casas y disfruten de las calles del Centro de la Ciudad. Los Belenes (mejor llamarlos “Nacimientos” como en nuestra infancia) fueron numerosos y no pocos excelentemente montados.  Lo importante era que los sevillanos/as salieran de sus casas y se animasen a comprar algo más que el año pasado. De eso se trata fundamentalmente: vender, comprar y consumir. Pero la realidad es la que manda en nuestras maltrechas vidas y haciendas. El Paro que no cesa de azotarnos ha llevado el desosiego a numerosas familias sevillanas. Son grandes las necesidades primarias que muchos sevillanos/as no pueden cubrir para ellos y, lo más preocupante, para sus hijos. Estos días pasados hemos visto una gran afluencia de viandantes sin que las bolsas vayan unidas a sus manos. ¿Qué hemos hecho mal los sevillanos para que socialmente seamos tan duramente castigados? ¿Quién o quienes nos han robado el futuro de nuestros hijos y nietos?  ¿Quiénes se han enriquecido hurtándole  a mucha gente el pan nuestro de cada día?  Se marcha Enero y nos deja con una razonable preocupación para los meses venideros. No es una teoría razonada del catastrofismo lo que procede en estos duros momentos. Tampoco pecar de ingenuos y creer en las promesas y los “cantos de sirenas” de los políticos. Todos conocemos en la cercanía casos sangrantes de personas que lo están pasando francamente mal.  Existen jóvenes explotados laboralmente que se ven obligados a trabajar por salarios de miseria. Mientras, los Sindicatos mantienen una clara claudicación ante los derechos laborales y sociales adquiridos (andan enredados en otros menesteres menos nobles).  Padres de familias que ven pasar los días sin que vuelva a pitar la olla-express.  Gente joven con una excelente formación que toman el camino que un día tomaron sus padres y abuelos: la Emigración.  Algunos días, con este desolador panorama, es difícil no sacar el pesimismo a pasear.  Son esos momentos donde me gustaría coger a mi tortuga, comprarme un perro y portando mis libros y enseres personales marcharme a vivir al campo. Bajar un día a la semana a ver a mis nietos, mis amigos y al Gran Poder, La Candelaria y Pasión. Colgar aquí un cartel que dijese “Cerrado por hartazgo” y poner tierra de por medio ante tanto mangante impune como anda suelto.  No lo haré pues nunca he sido de los que abandonan el barco.  Termina Enero sus reglamentarios treinta y un días y nos deja expectantes ante los tiempos que se nos avecinan.  Si algo definió siempre a esta querida y maltratada Ciudad es que todo, absolutamente todo, es manifiestamente empeorable.

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