Me resulta fascinante el mundo de la fotografía y la considero, cuando
penetra en el alma de las cosas, un Arte digno de resaltarse. La Historia y el Periodismo
se sustentan en sus testimonios gráficos. Quien dijo lo de “más vale una imagen que mil palabras” no iba
desencaminado. Asumo sin complejos mi
incapacidad para hacer fotos (no he realizado ni una sola en toda mi vida) y mi
aversión a que todo y todos seamos susceptibles de ser fotografiados. A ciertas
edades es mejor pasar desapercibido y el material gráfico que quede de tu
presencia terrenal debía ser en perfecto estado de revista. Tengo varias fotos
de mi madre en sus años postreros y ninguna de sus años de lozanía. La veo
sentada en una silla o en un carrito ya muy mayor con la mirada triste y
perdida. La decadencia cuando es noble
ni se esconde ni tampoco se expone. Me
gusta recordar a mi madre cuando, aún todavía lozana, cantaba mientras lavaba
en el patio del “Corral de vecinos” donde vivíamos. Pero no tengo fotos que me
recuerden aquellos gratos momentos. Las que tengo son un canto a la tristeza y
a la decrepitud. Tengo entre mis amigos a excelentes fotógrafos como Miguel
Ángel Yañez Polo, José Manuel Holgado Brenes, José Antonio Zamora, Santi Pardo, Fran Silva,
Salva Gavira….que manejan cámaras e instantáneas con una precisión magistral. Verdaderos
artistas de la fotografía. Cuando se juntan hablan de fotos y artilugios en
unos conceptos que a mí se me escapan. Hoy todo sirve para “tirar” fotos. Con
los móviles nada ni nadie se escapa. La salida del “Señor de Sevilla” se ha
convertido en un inmenso reguero de fogonazos que terminan por romper la magia
de la noche por San Lorenzo. La
fotografía en su más alto grado de realización es un Arte y una sutil manera de
dejar testimonio de hechos de cierta singularidad. Atrapa la vida para que el
tiempo no termine por confundirla y, de paso, confundirnos a nosotros.
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