Al
referirse a la ética decía el recordado y añorado José Luis Aranguren: “Hay
capítulos de la ética que no sabría como abordar si, de algún modo, no lo hago
desde la religión”. Nunca he tenidos
reparos en asumir que mi formación humana e intelectual está impregnada de
conceptos económicos marxistas y de brotes sociales de verdadero humanismo
cristiano. Que la plasmación del marxismo en un comunismo burocrático e
inmisericorde desembocara en el asesinato de millones de personas (acusadas de
revisionistas) no altera los postulados éticos del marxismo. Que el
cristianismo jerárquico a lo largo de la Historia haya colaborado activamente en la
masacre de personas inocentes no interfiere en la doctrina de un Jesús Redentor.
Cuando una Religión (en definitiva: una manera de pensar, sentir y actuar) se
convierte en un dogma de fe escrito con la sangre inocente pierde de manera
brutal cuanto la ética tiene de racionalidad. Curiosamente, en la Era de Internet, la Filosofía y la Teología han sido
enterradas –interesadamente- por considerarse ambas disciplinas obsoletas. Los tratados de Bertrand Rusell, Enrique Miret Magdalena, José Luis Aranguren
o Manuel Sacristán que tanto contribuyeron a la formación intelectual y humanística
de mi generación han sido barridos por el paso del tiempo. Asumir hoy la Religión cristiana sin un
desarrollo profundo de la ética se nos termina configurando como algo tan banal
como carente de profundidad. Temerosos
de Dios asistimos a misa los domingos; rendimos culto a nuestras imágenes más
queridas por cercanas; salimos de penitente (si es Martes Santo lo tenemos
complicado) una vez al año y practicamos la caridad cuando nos sobra alguna
monedilla en nuestro bolsillo. ¿Y ya está todo hecho? ¿Qué papel jugamos entonces individual y
colectivamente en la Sociedad
actual? ¿Política y socialmente no
tenemos nada que decir y, sobre todo, hacer?
¿Qué significa hoy ser un buen cristiano? ¿Le queda todavía algún recorrido al marxismo
después de la masacre estalinista?
Muchas preguntas y muy pocas respuestas.
Cuando el ser humano pierde el sentido de la ética pierde, en
definitiva, su brújula existencial. No
nos engañemos: nos roban de continuo porque nos dejamos robar mansamente. Cuando el pájaro enjaulado vive pendiente de
su diaria ración de alpiste poco le importa ya su falta de libertad. Quítale al Cristianismo su alto concepto de
la ética y se quedará flotando en los crucifijos de las cabeceras de las
camas. No estaría mal que, de cuando en
cuando, les preguntemos a los conductores de los “rebaños” quien o quienes se
quedan con el dinero de la lana que nos esquilan.
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