Este mediodía mi tortuga “Pastori” ha dicho que se acabó lo que se
daba. La saqué al sol del mediodía en la terraza y cuando esta tarde fui a
recogerla ya estaba de quelonio presente. Hace unos días que la notaba rara y
con muy pocas ganas de salir del rincón donde pasa los inviernos. Sus
movimientos eran excesivamente lentos y ya me estaba temiendo lo peor.
Comprendo que haya quien diga que con la que está cayendo es una gilipollez
preocuparse por la muerte de una tortuga. Pero es que no se ha muerto tan solo
una tortuga: se me ha muerto mi tortuga “Pastori”. Son muchos los años que llevaba cohabitando
conmigo y, sinceramente, no sabría si llamar a una tortuga animal de compañía.
Las tortugas, preferentemente, solo se acompañan a ellas solas. Cuando me
acordaba miraba en su rincón para comprobar que su sueño invernal seguía siendo
placentero. Sabía que estaba allí y eso me tranquilizaba. Por la inercia de las
cosas durante unos días notaré su presencia y seguiré mirando en el rincón. He metido su ya inerte caparazón en un “tupperware”
y antes de cerrarlo le he incluido un par de flores de plástico de mí –nuestro-
salón. La he enterrado en la parcela de
un amigo donde no moleste a nadie incluyendo a la Madre Naturaleza.
Admito sin reservas que después de
contemplarla estos últimos años he aprendido bastante sobre el sentido del
tiempo y la existencia. Una tortuga es pura filosofía y se mueve al compás de
cuanto ocurre en su entorno. Mientras vivió la traté a cuerpo de reina y nunca
le faltó su ración de camarones secos. Cada semana la limpiaba profusamente con
un cepillo de dientes usado y la tenía reluciente. En fin para que seguir si al final siempre
terminamos todos dejando de respirar. Me lo he tomado bastante bien pues creo
haberme portado con ella de manera satisfactoria. Ha durado muchos años y ha escuchado a corta
distancia la mejor música de jazz, clásica y no digamos de flamenco
(últimamente no ponía los partidos radiados del Betis por no aumentar su tristeza).
Puede que también a ella le resultara
muy difícil habitar en un mundo donde ya no está Paco de Lucía. Se ha ido
“Pastori” placidamente y mirando de frente al tenue sol del mediodía. Un ejemplo más de nada es eterno incluyendo a
las tortugas.
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