Siempre, y ahora más que nunca, me ha interesado todo lo relacionado
con Sevilla. Su historia, sus tradiciones, sus verdades y mentiras y su(s) leyenda(s). Cada cosa en su sitio y cada sitio en su
cosa. Si algo tuve siempre claro es que
la grandeza de Sevilla radica en su universalidad. Sevilla o es universal o no es más que un pueblo
grande (por cierto: a lo que muchos quisieran condenarla). Si algo nos deja
meridianamente claro la
Historia de la
Ciudad es que su pasado está íntimamente ligado a la Historia de la Humanidad. Su legado cultural,
monumental y, fundamentalmente, su crisol de culturas asumidas y proyectadas hacia
el mundo así lo determinan. Esta tierra
es compleja por su propia naturaleza.
Aquí se dan cita los ripios más casposos con la poesía más sublime. Los pintamonas con los pintores más
universales. Grandísimos escritores con vacuos plumillas que vierten a diario
su dosis de veneno reaccionario y casposo en la prensa local. Pelotas
integrales al servicio de las mentiras que dimanan del Poder. Cuando llegas al
convencimiento de que tu tiempo se acaba lo más positivo es que del mismo no
puedes ya desperdiciar ni un minuto. Sevilla siempre ha sido tierra de
figurones que se dedican, de manera cicatera, a repartir carnés de buenos y
malos sevillanos. Son los “Depositarios de las Esencias sevillanas” que han
terminado por creerse que Sevilla, por pleno derecho, les pertenece. Escritores que aquí son sumamente conocidos y
que llegando a Castilleja de la
Cuesta ya son unos perfectos desconocidos. Me duele Sevilla por dos razones
fundamentales: ser mi tierra y, fundamentalmente, la de mis mayores y por el
abandono a que está condenada de manera permanente. En la actualidad todo está sumido en una
pertinaz confusión. Los tiempos de la
Ciudad, que se nos representan como fundamentales para poder
interpretarla en clave cultural y sentimental, están completamente adulterados
(hablamos en el verano de temas cofradieros y en Cuaresma ya empezamos a hablar
del Rocío). Todo enredado en espurios intereses comerciales donde ya todo es
vendible. En la actualidad parece ser
que hacer Caja es lo verdaderamente
importante. Nos visitan cada día un
número considerable de turistas de todas las partes del mundo que se quedan
maravillados con la Sevilla
monumental (la misma que resulta una perfecta desconocida para una parte
considerable de sevillanos). Cansa ya de una manera ostensible estar
permanentemente denunciando las tropelías que se siguen cometiendo con una
Ciudad que nació para vivir –y morir- de pie.
Sevilla la ciudad que Dios creó para la templanza, la convivencia y la
belleza en cualquiera de sus formas. Se
suceden los alcaldes y la fórmula es tan repetitiva como hueca: futuro, futuro
y futuro. Pero, ¿quién defiende el presente y preserva nuestro pasado? Siempre
lo bueno estará por llegarnos y así engañaron a nuestros abuelos; engañaron a
nuestros padres y nos engañan a nosotros.
Sevilla siempre ha mezclado armoniosamente la vanguardia más creativa
con las tradiciones más solemnes y verdaderas.
¿Dónde está el Museo de la
Ciudad? ¿Dónde se
encuentra un Centro de Análisis, Interpretación y Documentación del Flamenco?
¿Dónde un Museo de nuestra Semana Santa? ¿Qué cantan los poetas sevillanos de
ahora? Si seremos ilusos soñadores que todavía nos asomamos por el Puente de
San Bernardo para ver pasar el tren. Nos
volvemos con los ojos llorosos por la carbonilla y nos lavamos la cara en las
fuentes de los Jardines de Murillo. Sevilla, Sevilla, Sevilla…. ¡cuantas barbaridades
se cometen contigo!
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