Reconozco no formar parte de ese grupo de personas que se dedican a
hacer permanentemente balance de los
muchos años vividos. Es verdad que muy
de tarde en tarde suelo abrir el “baúl de mis recuerdos” y mirar, fundamentalmente,
cuanto de bueno encuentro en su interior. Me interesa prioritariamente los años
que me queden por consumir. Los ya vividos con sus cosas buenas y sus cosas
malas son inamovibles. En definitiva: vivir es aprender cada día para poder
seguir viviendo. Creo que a eso le suelen llamar madurez o experiencia. A nivel afectivo he llegado a concretar mi
vida en tres grandes grupos. Primero, aquellas personas que me han dejado
huella a través del afecto. Segundo, las que por su insustancialidad me resultaron
totalmente indiferentes. Tercero, aquellas que acorde con su dañino perfil y
espurio comportamiento están fuera de mi corazón y de mi memoria. No hay más pero tampoco menos. Te varían las
circunstancias personales o de ubicación y vas dejando de ver a personas que te
aprecian y aprecias. Otras se fueron victimas irrecuperables de la batalla de
la vida. Es ley de vida y contra ella
poco o nada puede hacerse. Notar, cuando
te encuentras por la calle a personas queridas -que ya no ves con frecuencia-
la alegría que les produce tu presencia es algo ciertamente motivador. Que te salude el hijo de un amigo, al que
dejaste de ver siendo un niño, y te recuerde perfectamente –y además con
afecto- es algo muy gratificante. Cuando
caminas por la senda del cariño portando en la mochila grandes dosis de bondad
y solidaridad todas las cosas cobran sentido. El afecto compartido es el mejor –y
posiblemente el único- antídoto que tienen los humanos para luchar contra el
fantasma de la desesperanza. El
ejercicio de vivir es duro y complejo por su propio desarrollo y
naturaleza. Nadie está libre de haber
sufrido sinsabores y engaños pero siempre tendremos la contrapartida del afecto
compartido. Somos humanos no solo por pensar sino también por sentir. Fabricantes de sueños colgados, en noches eternas,
en la media luna de otoño.
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