miércoles, 3 de diciembre de 2014

Sentido y Sensibilidad





Las pocas veces que he tenido ocasión de hablar con José María Cuadro, Hermano Mayor de mi Hermandad de la Candelaria, utiliza conmigo una definición que me resulta ciertamente halagadora.  Me dice por ejemplo: “Tú que eres una persona con sensibilidad entenderás lo que voy a comentarte”.  Sinceramente los que bien me conocen saben que soy persona poco o nada presuntuosa (¿de que podría presumir?) y bastante reticente a los oropeles y los halagos.  Nadie es tan bueno como argumentan sus amigos ni tan perverso como dicen sus enemigos.  Pero quien considere, y además me diga, que soy –o me considera- sensible tocará la fibra más intima de mis sentimientos.  Entiendo que, cuando es verdadera y no de cartón piedra, la sensibilidad llena tu vida de elementos positivos. Nada de cuanto te rodea puede resultarte ajeno y tu comportamiento ético estará sujeto a los principios morales que siempre se antepondrán a la barbarie, la injusticia y la sinrazón.  Considerarse sensible es ser solidario, participativo, bondadoso, decente, rebelde e inconformista.  Formar parte activa de un conjunto de cosas y tomar partido a favor de los maltratados y los indefensos. Sentir con los demás y compartir con ellos gozos y penas.  Siempre procurando no ser una isla solitaria e insolidaria en los archipiélagos de la vida.  Que nada de cuanto te rodea te resulte ajeno por no corresponder directamente con tus intereses personales. Al Arte y la Cultura se llega, prioritariamente, a través de la sensibilidad.  Luego aparecerá la pasión, el conocimiento y el desarrollo intelectual. Pero si no aportas una buena dosis de sensibilidad tan solo conseguirás llenar los anaqueles de libros, los estantes de buena música y la memoria de gratos momentos.  Habrás sin embargo pagado un precio muy alto: dejar huérfano y vacíos de sentimientos los vericuetos del alma. Nadie sensible puede ignorar las necesidades primarias de millones de niños y la extrema crueldad que impera en muchas partes del mundo. Tampoco la falta de libertades, el canallesco maltrato a las mujeres y las corruptelas de algunos políticos, sindicalistas y financieros de baja estofa. Ni que cierren un Museo por falta de presupuesto o disuelvan una Orquesta Filarmónica por el mismo motivo. Ante problemas puntuales de tu país -o de la sociedad donde vives- decir: “Eso no va conmigo y por tanto no me interesa. Que lo arreglen los políticos que para eso les pagamos” es un alegato en contra de cuanto dimana de la sensibilidad. Ser sensible es el último asidero –y posiblemente el más importante- que tenemos los humanos para reivindicarnos como personas.  Darle su justa y vital importancia al Sentido y la Sensibilidad siempre será cuestión de vida y….más vida.

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