¡Por fin! la Iglesia
de Santa Catalina está en obras. También empezarán en breve la segunda fase de
restauración de la de Santa María la Blanca. Queda mucho por restaurar pero algo es
algo. Menos da una piedra y nunca mejor dicho. Hace un par de meses estuvo José
María Cabezas (antiguo y recordado Director del Alcázar sevillano) en un
programa de Tele-Sevilla (“Como está Sevilla” de Paco Robles). Recientemente le
habían otorgado un Premio Nacional por su ingente y meritoria labor en pro de
la restauración de nuestro Patrimonio.
Hizo un diagnostico pormenorizado y certero de cómo se encuentra en la
actualidad nuestro Patrimonio Artístico-Cultural y que medidas se debían tomar
con mayor celeridad. Dejó claramente expuesto los males que aquejan a nuestra
Ciudad y la sempiterna demora en acometer obras de relevante importancia. Trazó
una línea divisoria entre conservar y restaurar. Dejando claro que si
diligentemente se hiciera lo primero en muchas ocasiones no haría falta lo
segundo. No es este un problema específico de las actuales Administraciones
(fundamentalmente Junta de Andalucía, Ayuntamiento de Sevilla y Arzobispado),
ni tampoco de las anteriores, sino un mal endémico que nos ha acompañado a lo
largo de nuestra Historia (pasada, presente y ¿futura?). Comentaba José María
Cabezas que el irreversible destrozo causado a nuestro Patrimonio a lo largo de
la Historia
estaba ligado, entre otras causas, al ancestral “pasotismo” de no pocos
sevillanos (podríamos añadir una buena dosis de vandalismo contemporáneo). Aunque
me duela admitirlo coincido plenamente con esta desosegante y triste conclusión.
Puede que por desconocimiento o por tener la belleza tan cercana y al alcance
de los sentidos muchos sevillanos ignoran
la importancia que ha tenido (¿y tiene?) Sevilla. Seamos realistas: ¿cuántos
sevillanos conocen en profundidad el Alcázar? ¿Cuántos han visitado la Capillita de San José, la Iglesia de San Luis de los
Franceses o el Tesoro de la
Catedral? ¿Cuántos conocen aunque sea de manera resumida la
extraordinaria historia de esta Ciudad?
¿Conocen en verdad quienes tallaron las imágenes que suelen acompañar
vestidos de nazarenos en su Estación de Penitencia? En todas las épocas ha
tenido Sevilla personas que de manera altruista han intentado “tirar del carro”
y a las que siempre terminan defenestrando y cansando. La conservación se
mantiene a duras penas y con muy pocos recursos económicos. La restauración se
produce casi siempre mal y tardía lo que produce daños irreversibles en nuestro
Patrimonio. Ahora se acercan nuevas
Elecciones Municipales y nuestros políticos resolverán en sus proclamas
propagandísticas todos los problemas de la Ciudad (incluyendo la conservación de su
Patrimonio). Luego, como pasa siempre, no harán nada y terminarán culpando a
los salientes. Sevilla, en lo social,
cultural y artístico, necesita con urgencia un profundo proceso de
transformaciones. Pero, a que
engañarnos, nada de esto ocurrirá si nosotros como sevillanos de manera
colectiva no tomamos conciencia. Antes de restaurar nuestro Patrimonio
tendremos que empezar por restaurar nuestras adormecidas conciencias. No
hacerlo implicaría un cierto suicidio cultural. Siempre pretendemos que sean
otros “quines no saquen las castañas del fuego”. Así pasó siempre, pasa ahora y
¿pasará mañana?
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