lunes, 19 de enero de 2015

Restaurar las conciencias




¡Por fin! la Iglesia de Santa Catalina está en obras. También empezarán en breve la segunda fase de restauración de la de Santa María la Blanca. Queda mucho por restaurar pero algo es algo. Menos da una piedra y nunca mejor dicho. Hace un par de meses estuvo José María Cabezas (antiguo y recordado Director del Alcázar sevillano) en un programa de Tele-Sevilla (“Como está Sevilla” de Paco Robles). Recientemente le habían otorgado un Premio Nacional por su ingente y meritoria labor en pro de la restauración de nuestro Patrimonio.  Hizo un diagnostico pormenorizado y certero de cómo se encuentra en la actualidad nuestro Patrimonio Artístico-Cultural y que medidas se debían tomar con mayor celeridad. Dejó claramente expuesto los males que aquejan a nuestra Ciudad y la sempiterna demora en acometer obras de relevante importancia. Trazó una línea divisoria entre conservar y restaurar. Dejando claro que si diligentemente se hiciera lo primero en muchas ocasiones no haría falta lo segundo. No es este un problema específico de las actuales Administraciones (fundamentalmente Junta de Andalucía, Ayuntamiento de Sevilla y Arzobispado), ni tampoco de las anteriores, sino un mal endémico que nos ha acompañado a lo largo de nuestra Historia (pasada, presente y ¿futura?). Comentaba José María Cabezas que el irreversible destrozo causado a nuestro Patrimonio a lo largo de la Historia estaba ligado, entre otras causas, al ancestral “pasotismo” de no pocos sevillanos (podríamos añadir una buena dosis de vandalismo contemporáneo). Aunque me duela admitirlo coincido plenamente con esta desosegante y triste conclusión. Puede que por desconocimiento o por tener la belleza tan cercana y al alcance de los sentidos  muchos sevillanos ignoran la importancia que ha tenido (¿y tiene?) Sevilla. Seamos realistas: ¿cuántos sevillanos conocen en profundidad el Alcázar? ¿Cuántos han visitado la Capillita de San José, la Iglesia de San Luis de los Franceses o el Tesoro de la Catedral? ¿Cuántos conocen aunque sea de manera resumida la extraordinaria historia de esta Ciudad?  ¿Conocen en verdad quienes tallaron las imágenes que suelen acompañar vestidos de nazarenos en su Estación de Penitencia? En todas las épocas ha tenido Sevilla personas que de manera altruista han intentado “tirar del carro” y a las que siempre terminan defenestrando y cansando. La conservación se mantiene a duras penas y con muy pocos recursos económicos. La restauración se produce casi siempre mal y tardía lo que produce daños irreversibles en nuestro Patrimonio.  Ahora se acercan nuevas Elecciones Municipales y nuestros políticos resolverán en sus proclamas propagandísticas todos los problemas de la Ciudad (incluyendo la conservación de su Patrimonio). Luego, como pasa siempre, no harán nada y terminarán culpando a los salientes.  Sevilla, en lo social, cultural y artístico, necesita con urgencia un profundo proceso de transformaciones.  Pero, a que engañarnos, nada de esto ocurrirá si nosotros como sevillanos de manera colectiva no tomamos conciencia. Antes de restaurar nuestro Patrimonio tendremos que empezar por restaurar nuestras adormecidas conciencias. No hacerlo implicaría un cierto suicidio cultural. Siempre pretendemos que sean otros “quines no saquen las castañas del fuego”. Así pasó siempre, pasa ahora y ¿pasará mañana?

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