Cuando pasen muchos años y gente inquieta quiera saber como era la vida
cotidiana durante las últimas décadas del siglo XX, y las primeras del XXI,
tendrán que utilizar dos referentes inexcusables: Woody Allen y los
Simpson. El Genio de Manhattan ha hecho
una película por año en los últimos cuarenta y dos y en ellas están reflejados
fielmente las penas, gozos y miserias de nuestra civilización actual. Los
Simpson reflejan magistralmente los avatares de una familia media americana y
por mimética extensión de toda la clase media actual. Las depresiones; las
contradicciones; las ambiciones personales; las ansiedades; el mágico mundo de
las mujeres; el decadente mundo intelectual-político-social de los hombres; las
inquietantes preguntas sin respuestas de los niños y, en definitiva, un fiel
reflejo de esto que llamamos Sociedad actual y/o Aldea Global. Cada nueva
película de Woody Allen es una nueva vuelta de tuerca en un armazón donde
siempre se adolece de lo que se presume. Desde el presente se teme al futuro,
unas veces por presentirlo tan cercano y otras por resultar imprevisible. Curiosamente
–o quizás no tanto- sus películas tienen más admiradores en Europa que en
EEUU. Tan solo una parte de los Simpson
encontraría placer en el Cine de Woody y Homer lo consideraría una absoluta
perdida de tiempo. Sigo con verdadera admiración y difícilmente me pierdo un
nuevo capitulo televisivo de los Simpson.
La última película de Woody Allen (“Magia de la luna llena”) es una autentica
delicia para los sentidos. Una nueva muestra de su gran talento. En su Cine, como tiene que ser, siempre se
nos muestran esplendidas las mujeres y deslumbrantes las ciudades. Como gran cinéfilo entiende que, en el Cine,
tan solo las féminas tienen la
posibilidad de ser actrices y estrellas. Los Simpson a través de la familia
diseccionan a la Sociedad
actual con sus miserias y grandezas. Las
contradicciones son inherentes a los seres humanos. Puede que no solamente sea
verdad aquello de que no somos nadie sino que incluso puede que tampoco seamos
nada. Woody Allen y los Simpson están para demostrarnos que la solución puede
estar en el diván de un psiquiatra pero también en una buena jarra de cerveza. Cada cosa en su sitio y cada sitio en su cosa.
Nos muestran sin acritud, y sin ninguna
moralina añadida, que la vida no es como la soñamos sino más bien como la
catamos en el día a día. Woody Allen y
los Simpson como paradigma de lo que somos en detrimento de lo que quisimos
ser.
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