domingo, 22 de febrero de 2015

Woody Allen y los Simpson





Cuando pasen muchos años y gente inquieta quiera saber como era la vida cotidiana durante las últimas décadas del siglo XX, y las primeras del XXI, tendrán que utilizar dos referentes inexcusables: Woody Allen y los Simpson.  El Genio de Manhattan ha hecho una película por año en los últimos cuarenta y dos y en ellas están reflejados fielmente las penas, gozos y miserias de nuestra civilización actual. Los Simpson reflejan magistralmente los avatares de una familia media americana y por mimética extensión de toda la clase media actual. Las depresiones; las contradicciones; las ambiciones personales; las ansiedades; el mágico mundo de las mujeres; el decadente mundo intelectual-político-social de los hombres; las inquietantes preguntas sin respuestas de los niños y, en definitiva, un fiel reflejo de esto que llamamos Sociedad actual y/o Aldea Global. Cada nueva película de Woody Allen es una nueva vuelta de tuerca en un armazón donde siempre se adolece de lo que se presume. Desde el presente se teme al futuro, unas veces por presentirlo tan cercano y otras por resultar imprevisible. Curiosamente –o quizás no tanto- sus películas tienen más admiradores en Europa que en EEUU.  Tan solo una parte de los Simpson encontraría placer en el Cine de Woody y Homer lo consideraría una absoluta perdida de tiempo. Sigo con verdadera admiración y difícilmente me pierdo un nuevo capitulo televisivo de los Simpson.  La última película de Woody Allen (“Magia de la luna llena”) es una autentica delicia para los sentidos. Una nueva muestra de su gran talento.  En su Cine, como tiene que ser, siempre se nos muestran esplendidas las mujeres y deslumbrantes las ciudades.  Como gran cinéfilo entiende que, en el Cine, tan solo las féminas  tienen la posibilidad de ser actrices y estrellas. Los Simpson a través de la familia diseccionan a la Sociedad actual con sus miserias y grandezas.  Las contradicciones son inherentes a los seres humanos. Puede que no solamente sea verdad aquello de que no somos nadie sino que incluso puede que tampoco seamos nada. Woody Allen y los Simpson están para demostrarnos que la solución puede estar en el diván de un psiquiatra pero también en una buena jarra de cerveza.  Cada cosa en su sitio y cada sitio en su cosa.  Nos muestran sin acritud, y sin ninguna moralina añadida, que la vida no es como la soñamos sino más bien como la catamos en el día a día.  Woody Allen y los Simpson como paradigma de lo que somos en detrimento de lo que quisimos ser.

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