Ha salido recientemente al mercado discográfico una obra flamenca
(“Mairena Sinfónico”) que ha sido motivo de grandes polémicas entre
aficionados, estudiosos y críticos de Flamenco.
La obra tiene tres dimensiones. A
saber: primero el cante enjundioso y fecundo de uno de los más grandes pilares
del Flamenco, don Antonio Cruz García “Antonio Mairena”. De otra la producción y dirección musical de
Jesús Bola un músico sevillano de altos vuelos y con una amplia y fecunda trayectoria
en tareas de productor, arreglista y compositor flamenco. Por último y como convidados de piedra en
este disparate está la magnifica y de fama universal “Bratislava Symphony
Orchestra”. Todo, al juntarse, nos proporciona
un resultado poco atractivo y de escasa enjundia. Me han hecho llegar una copia
de este trabajo y después de escucharlo hasta en diez ocasiones creo tener ya
elementos de juicios para dar mi opinión. Antonio Mairena mantuvo en vida unos
posicionamientos innegociables en pro de un Cante Flamenco ortodoxo y donde
argumentaba que los aditivos foráneos le sentaban como un tiro. Una postura
irreductible que mantuvo a lo largo de toda su existencia y que muchos
aficionados (entre los que me encuentro) no compartían. Pero era su forma de
pensar (tan respetable como todas) y lo que resulta evidente es que su manera
flamenca de sentir y expresarse nos ha dejado un extraordinario legado. El
Cante tiene un antes y un después desde que el Maestro de los Alcores enhebró
su rico discurso flamenco. Pero, a pesar de no resultarme agradable ni fácil,
debo reconocer que esta obra (“Mairena Sinfónico”) es un auténtico disparate.
Suena bonito en algunos cantes pero precisamente lo que más odiaba Antonio
Mairena era el Cante que sonaba bonito (versus Pepe Marchena y Manuel Vallejo). Pero que nadie se tire al monte ni en un
sentido ni en otro. No pasa nada y el Flamenco después de este insustancial
trabajo discográfico se queda como estaba. Ni suma ni resta. Es una grabación flamenca intrascendente que
ni merma ni engrandece la obra de este genio nacido en Mairena del Alcor y que
era conocido en sus inicios como “Niño de Rafael”. Ha salido al mercado
discográfico de una forma discreta (intenté buscarlo en los anaqueles de la Tienda de “El Corte Inglés”
y solo pude localizar un par de copias perdidas en la maleza discográfica) y me
da la impresión de que pasará sin pena ni gloria. En mi antigua condición de
fugaz productor discográfico de Flamenco no me congratula desmerecer la obra de
nadie. Muchos menos ejercer de critico a lo que siempre he renunciado a pesar
de no faltarme ofertas. Pero hay ocasiones que no queda más remedio que
manifestarse. Incluso -cosa que ignoro aparte de no importarme- si solo se han
perseguido fines comerciales creo que el esfuerzo va a resultar baldío. Tiempo al tiempo. Un amigo de sentires flamencos me lo dejó meridianamente
claro la otra mañana tomando café en el “Catunambú” de la calle Sierpes. Me
dijo: ¿Tú sabes de lo que me ha entrado a mí ganas después de escuchar “esto”?
De irme a la tumba de “Melchor de Marchena y ponerle un ramos de flores”. Un disparate, un inoportuno disparate
“sinfónico”.
Juan Luis Franco – Viernes Día
27 de Marzo del 2015
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