Marzo agota ya sus últimos días y nosotros con él agotamos la
posibilidad de mantener nuestro pulso en reposo. Por la cornisa del Aljarafe ya
se vislumbra un nuevo Abril y eso, por estas tierras, son palabras mayores.
Llega Abril, como siempre, renovado y con ganas de vestir a la Ciudad con sus mejores
galas. Le espera el final de nuestra espera. Llega contradictorio como la misma
idiosincrasia de la Ciudad. Se nutre del color cetrino
de los cirios de las Hermandades de ruán y del granate rabioso del clavel
reventón de ventanas y balcones. Se confunden con él lo tópico y lo típico. Marzo se nos muere
entre los brazos después de darnos un soplo de Esperanza para que comprendamos
que la vida es solo sueño. Llegó hasta nosotros procedente de los fríos
invernales y se nos va desprovisto de ropa y de complejos. Nos deja instalados
en el zaguán de un pórtico donde todo se reduce a la gloria eterna de una
Semana. Existen ciudades que necesitan toda una vida para descifrarnos sus
almas. Sevilla solo necesita Siete Días para mostrarla cada año en toda su
plenitud. Unas horas, tan solo unas horas, y Marzo volverá a ser de nuevo una
hoja arrancada en un calendario y un nuevo capítulo concluido de esta Historia
interminable. “Una, dos y tres / cántale
coplas a Marzo / del derecho y del revés”. Se va este viejo amigo y se lleva con él la
satisfacción del deber cumplido.
Preámbulos del gozo en los folios de los pregoneros y mocita desflorada
por los radiantes amaneceres. Pasa la vida igual que pasa la corriente. Marzo siempre se nos muestra como una
deslumbrante mensajera. Nos deja, eso
si, sus atardeceres de romances soñados.
“Una, dos y tres / cántale coplas
a Marzo / del derecho y del revés”.
Juan Luis Franco – Miércoles Día 25 de Marzo del 2015
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