viernes, 26 de junio de 2015

Triángulo de la bermuda





Sinceramente, existen situaciones que no solo reclaman mi atención sino que consiguen convencerme de que la manera que tienen de relacionarse las personas no conoce límites ni fronteras. Joaquín es un vecino de esta Barriada donde paso los días y, fundamentalmente, las noches.  Le tengo aprecio por ser un hombre cabal en un mundo de falsos figurones.  Soy plenamente consciente de que me aprecia y valora considerablemente (posiblemente en exceso) y lo conozco desde hace no menos de treinta años.  Debe rondar los setenta y cinco años de edad y su estado físico y mental es un canto a la excelencia. Casado con Dolorcita que, si acaso, mejora en el ranking de buenas personas al bueno de Joaquín. Tienen dos hijos trabajando en Barcelona y con cierta frecuencia se marchan unos días a la Ciudad Condal para ver a sus nietos. Comparten casi todo con una vecina llamada Mercedita a la que consideran como de su propia familia.  Esta mujer que, dicho sea de paso, está todavía de muy buen ver enviudó hace cosa de diez años. No tiene hijos y se agarra sentimentalmente a la proa y a la popa que cariñosamente les ofrecen sus vecinos Joaquín y Dolorcita. Verlos juntos a los tres ya forma parte de la cotidianidad de la Barriada. A Dolorcita le da mucha pena la soledad que padece Mercedita y el matrimonio les cubre todas sus necesidades afectivas (en estas se incluye el que Joaquín, con la aprobación de su santa esposa, le pase de vez en cuando la ITV a la buena -en todos los sentidos dicho sea de paso- de Mercedita).  Han formado un triángulo sentimental donde todo queda supeditado a la verdad de los afectos verdaderos. Joaquín tiene a dos mujeres pendientes de él y les corresponde cuidándolas y queriéndolas (lo cantaba magistralmente Antonio Machín: “Ahora puedes tú saber como se pueden querer dos mujeres a la vez y no estar loco”). A primeros de cada mes de junio se marchan los tres a disfrutar de un pisito que tienen en Chipiona y ya no retornan a Sevilla hasta después de la salida de la Virgen de Regla.  Dejan a los criticones de la Barriada sin distracción y pasean en el verano por la tierra de Rocío Jurado su triangulo sentimental. El Triángulo de la bermuda.  La misma floreada que se pone Joaquín para bajar a la playa chipionera cada mañana con sus dos mujeres.  Uno, dos y tres como los tres mosqueteros. Todas para uno y uno para todas. ¿Quién dijo que no existen parejas de tres?  Son felices y, a que dudarlo, pocas cosas dan más sentido a la existencia humana.  Joaquín, Dolorcita y Mercedita: el Triángulo de la bermuda.


Juan Luis Franco – Viernes Día 26 de Junio del 2015

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