lunes, 21 de septiembre de 2015

El corredor con fondos





Lo vi pasar mientras me tomaba una cerveza en esa Capilla Sixtina cervecera  sevillana que responde al nombre de Casa Coronado y que está ubicada en plena Puerta de la Carne. Vestía una indumentaria veraniega compuesta de un pantalón blanco, una camisa celeste que llevaba por fuera y unos mocasines azules de paño. Portaba en su mano derecha un móvil a la espera de llamadas que ya difícilmente se van a producir. Lo noté con aspecto cansado, lentos andares y semblante meditativo. Lo fue todo en su partido y hoy es un verso suelto e incomodo olvidado en el cajón de la mesa de algunos de sus más aventajados/as alumnos/as. Fue un dadivoso conseguidor allí donde solía moverse tanto política como personalmente. Una especie de Rey Mago subido a una carroza que siempre se movía al compás de los dineros públicos. Era uno de los más firmes puntales en una especie de pirámide burocrática-política donde, prioritariamente, se beneficiaba a aquellos que eran de la misma cuerda. Imagino que por su andante recorrido venía de la cercana Diputación Provincial. Ahora es una especie de proscrito y habrá comprobado como se pasa de entrar en los despachos sin llamar a que no te abran ni incluso llamando insistentemente. Ha dejado el partido un par de minutos antes de que el partido lo dejara a él. Es, a que negarlo, el “malo” que siempre se necesita para que funcione cualquier trama. Me entraron ganas de decirle cuando pasaba a mi lado si quería una cerveza. La misma que le ofrecían a granel muchos de los grupos que allí paran procedente de los pueblos cercanos. Ahora ya ni le saludan al pasar y está comprobando en sus carnes lo molesto que resulta el abrazo del oso en verano.  Debo reconocer que las pocas veces que lo traté me dio la sensación de ser una persona cercana, afable e inteligente. Ahora es alguien que molesta a algunos hasta cuando ven pasar su sombra. A diferencia de los demás a él no se le reconoce siquiera el beneficio de la duda.  Ahora, sus alumnos/as políticos más brillantes, ya están en otra onda y cuando de manera obligada se refieren a él ni lo citan por su nombre. Ha pasado de tutearle en el partido a llamarse “ese señor”. Nunca me gustó hacer leña del árbol caído ni mostrarme inmisericorde con los vencidos. Serán los juzgados quienes tengan la última palabra sobre las andanzas de él y sus compañeros de viaje. Puede que no hubiera estado mal invitarlo a una cerveza y de paso decirle que no hay mal que dure cien años ni expolio que lo resista.  Era uno más y no, como ahora pretenden convencernos, uno menos.  La soledad del corredor con los fondos (públicos).


Juan Luis franco – Lunes Día 21 de Septiembre del 2015

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