“Pero huye entre tanto, huye
irreparablemente el tiempo”
- Virgilio -
Pasó otra Semana Santa y
pasamos nosotros de nuevo a esta especie de incertidumbre existencial y letargo
sentimental. Lo hermoso es efímero por así determinarlo su propia naturaleza. Instalados
en la incertidumbre el tiempo acompañó solo en parte pero, lo más importante,
nosotros acompañamos al tiempo intemporal y eterno de las tradiciones de la Ciudad.
A efectos
meteorológicos el Domingo de Ramos se nos presentó
como un día “primaveral” sevillano lleno de contradicciones. Amaneció lluvioso
y todo hacia presagiar lo peor. Luego las cosas se fueron arreglando y,
afortunadamente, pudieron salir todas las hermandades a la calle. Resultaba
ciertamente curioso ver como La Borriquita cruzaba La
Campana a las ¡once de la noche! En este Domingo soñado se hace fundamental pasar
lista. Poder decir ese día ¡Presente!
no tiene precio.
Del Lunes Santo mejor ni
hablamos. El Martes Santo arrancó con
una cadena de brutales asesinatos terroristas en Bruselas con un resultado de 34 personas muertas y 230 heridas de distinta consideración. Eso si
que son nubes negras y no las que pululaban ese día en el cielo sevillano. La
barbarie está instalada en la
Vieja Europa viviendo y conviviendo con todos nosotros. Cuando
el Martes Santo languidecía de
tristeza y se encontraba mustio, desangelado, surrealista, lluvioso y huérfano
de luz apareció Ella por la puerta de
San Nicolás de Bari. Nunca sabré dilucidar si La
Candelaria tomó la calle o si fue la calle la que se
apropió de La Candelaria. Verla
bajar por la Cuesta del Rosario o regresar por calle Francos es de esas emociones
candelarias que se te quedan prendidas en las paredes del alma.
El Jueves Santo salí a las
calles de Sevilla adornado con la Pasión
de las pasiones. Aquella que se posa en la divinidad del Señor tallado por la inmortal gubia de Juan Martínez Montañés. Nada en la vida tendría sentido sin que
apareciese la Pasión como elemento vertebrador. Vivir sin Pasión es dotar a la existencia humana
de todos los elementos que componen la insustancialidad. Este Jueves Santo nos trajo la luctuosa
noticia del fallecimiento de Johan Cruyff.
Un jugador que justamente fue considerado en su día como uno de los más grandes
de toda la Historia
del fútbol. Con su llegada como técnico
del Barcelona se cambiaron -en el fondo y en las formas- las maneras de jugar
al fútbol. Exportó de su Holanda natal
los principios futbolísticos de la “Naranja mecánica”. Primero el Barcelona y
después, por extensión, la Selección Española alcanzaron las cotas del mejor
fútbol jamás soñado. Cruyff fue el profeta. Fútbol total; fútbol de arte y fútbol
para soñar. Su discurso era tan elemental como certero: “Tratad bien al balón y él os tratará bien a vosotros”.
Como cada noche de Viernes Santo
fui al encuentro del Cachorro por Pastor y Landero antes de que se haga
dueño a la vez de Puente y Barrio. De niño siempre iba a ese lugar acompañando a
mi padre y a su compadre “El Ceme” (un
gitano que cantaba por Soleá como
pocas veces he escuchado en mi vida. Trabajaba de jardinero en el Cementerio sevillano y de ahí le venía
el apodo de “El Ceme”). Mientras las
fuerzas me acompañen nunca faltaré a esa cita con el Crucificado de Triana. Tienes
la certeza de que, afortunadamente, nunca termina de expirar.
Es una de las grandezas de nuestra Semana
Mayor: sacar a pasear con nosotros a los eternos ausentes. Vivimos sobre lo
vivido y soñamos sobre lo que Dios quiera que esté por llegarnos. La vida del ayer atada a las tradiciones.
La visita de rigor a La Candelaria en la
mañana del Martes Santo tuvo una
mezcla agridulce. Fueron muchas las notables
y queridas ausencias y comprobar algunas presencias donde ya el sostenerse y
caminar es todo un milagro. Mi generación se me va difuminando por entre las
manos como el agua de la lluvia.
Gente más preclara y con mayores conocimientos que un servidor dicen –y
escriben- que nuestra Semana Santa ya
es algo más que una Semana (habría
que empezar a llamarla Quincena Santa) y cada año que pasa tiene menos de Santa. Puede que sea verdad que los verdaderos
cambios más que en los contextos estén en las percepciones que tenemos de los
mismos. La relatividad de las cosas. Tempus fugit.
Juan Luis Franco - Miércoles Día 30 de Marzo del 2016