lunes, 25 de abril de 2016

La memoria selectiva




 

Esta Ciudad que para muchos, entre los que me encuentro, sigue siendo la más bonita del mundo siempre ha tenido una memoria selectiva. Se mantiene en el olvido a personas de especial relevancia y que mucho hicieron por engrandecerla.  Mientras, se eleva a los altares a una panda de mediocres que desde una utilización egoísta del mundo de la Política, la Cultura o las Artes medran en vida para formalizar un eterno mañana.  Pasó, pasa y pasará que aquí ni están todos los que son ni son todos los que están. Entre otros muchos ejemplos se me viene a la memoria un par de grandes olvidados que afortunadamente todavía viven y pueden contestar cada mañana los buenos días. Doña Juana Domínguez Manso, Juana de Aizpuru para el Arte de vanguardia,  es una insigne galerista que desde su Galería en la sevillana calle Canalejas insufló a esta Ciudad de un necesario soplo de vanguardismo artístico. Llegó a Sevilla en 1970 y con ella el Arte y la Ciudad se dieron un abrazo que se me antoja eterno. En 1982 el IFEMA le encargó en Madrid la primera Edición de Arcos que a la postre se nos representa como una de las más importantes ferias de Arte Contemporáneo de toda Europa. Con la creación de la “Beca Juana de Aizpuru” realizó una más que interesante tarea de ayuda y mecenazgo a jóvenes artistas andaluces. Don José Enrique Ayarra Jarne es desde 1961 el Organista  titular de la S.I. Catedral sevillana (lleva ya 54 años) y del Hospital de los Venerables desde 1981.  Este sacerdote, donde la bondad y la buena educación tomaron cartas de naturaleza, nació en Jaca (Huesca) y se afincó en Sevilla para repartir su vida entre la música y el sacerdocio. El Padre Ayarra está considerado como uno de los grandes organistas europeos y así lo avalan sus numerosas distinciones. El se define a si mismo de una manera bastante significativa: “No soy un músico con sotana sino un cura con música”.  ¿Cuántos sevillanos y sevillanas conocen la vida y la obra de estos dos ejemplares sevillanos de adopción?   Afortunadamente ellos no viven para la complacencia, el halago y la vanidad.  Bien es verdad que los pueblos que no reconocen y admiran a sus hijos más ilustres están condenados a vivir en la mediocridad.  No sabría interpretar que es peor, si tener mala memoria o tenerla selectiva.

 

 

Juan Luis Franco – Lunes Día 25 de Abril del 2016

 

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