viernes, 22 de abril de 2016

Misericordia




 

Tres valores sociales fundamentan lo que debíamos entender por una buena praxis cristina. Hablamos de la solidaridad, la bondad y, sobre todo, de la misericordia. Sentirnos participes del dolor ajeno es algo que nos redime en este mundo donde lo material hace tiempo que le ganó la batalla a los sentimientos.  Que estos valores en política deben –o al menos debían- ser  patrimonio de la izquierda (democrática)  es algo que siempre han reclamado pensadores, teólogos y filósofos. Que algunos imbuidos en el sectarismo ultramontano tengan sarpullido con tan solo comparar la Religión Cristiana y el Socialismo Democrático es algo que se pierde entre manifiestos, homilías, cálices y proclamas. Lo fundamental no es lo que pensamos o expresamos sino lo que hacemos. Por sus actos los conoceréis.  Recuerdo hace unos días una imagen que me causó una fuerte impresión. Fue la salida de prisión para poder acogerse al Tercer Grado de Julián Muñoz.  Días antes lo había visto en televisión celebrando uno de sus múltiples juicios donde ya su deterioro físico era alarmante. Ahora que la Justicia está dudando de si concederle o no la Libertad condicional sería deseable se le aplique una necesaria dosis de misericordia. Todo para que dentro de su grave enfermedad pueda pasar su última etapa existencial con sus hijas y su nieto. Este hombre según propia confesión y sentencias en firme fue uno de los saqueadores de las arcas públicas del Ayuntamiento de Marbella. Ha pasado algunos años en la cárcel cumpliendo su condena y ya tiene planeando sobre su cabeza la peor de todas: la fecha de caducidad existencial.  No se trata de un asesino, ni un terrorista, ni un violador, ni nadie con acusaciones de violencia sobre los demás. Es simplemente alguien que, como tantos en nuestro país, creyó que el dinero de la gente era más suyo que de la gente. No me interesa en absoluto aquel “Cachuli” de pantalones sobaqueros, pelo engominado y que de manera displicente y soberbia se paseaba por “su” Marbella cogido de la mano de Isabel Pantoja. Me interesa ese hombre ya mayor con una delgadez extrema como consecuencia de su enfermedad y que de manera sincera y humilde pide perdón por las tropelías cometidas. La Justicia está para aplicar las leyes y que los delitos sean condenados acordes con su importancia. Pero si se mostrara inmisericorde perdería una parte fundamental de su verdadero contenido social y democrático. La misericordia más que un año de celebraciones debe –o debería- ser una actitud cívica que nos acompañe durante toda nuestra existencia. Lo dijo doña Concepción Arenal hace ya muchos años: “Odia el delito y compadece al delincuente”. Es verdad que en no pocas ocasiones, delito y delincuente, van cogidos de la mano.

 

 

Juan Luis Franco – Viernes Día 22 de Abril del 2016

 


 

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