Leo con bastante preocupación como el acoso escolar (ahora llamado bullyng) no solamente no mengua sino que
por el contrario aumenta cada día. Es un
hecho de una especial gravedad que puede condicionar y condiciona el futuro
psicológico de muchas personas. El acoso escolar es perverso por su propia
naturaleza y sobre la gravedad del mismo ya se han manifestado abiertamente
pedagogos y educadores. La desigualdad,
indefensión y soledad que padece el acosado/a es absoluta. El acosador/a actúa
respaldado/a por un grupo de acólitos que lo jalean y animan para que obre de
manera inmisericorde e implacable contra alguien que, aparte de estar solo, se
encuentra completamente indefenso. Todo esto ocurre bajo la presencia de un
número de “compañeros” que, si bien no participan en el acoso directo, mantienen
una actitud de interesado pasotismo para no ser ellos la próxima diana de los
acosadores. El acosado en no pocas ocasiones sufre en silencio todo tipo de
humillaciones que pueden desembocar en la violencia verbal y/o física. Incluso puede llegar a creer que cuando es él
y no otro el elegido será por tener alguna culpa. Esto es tremendo y provoca
una grave fisura en la autoestima de alguien que está empezando a formarse. Piensa
que comentar abiertamente su grave problema a padres y/o profesores puede
llevar acarreado el estigma de ser cobarde o chivato. En casos extremos se ha
llegado incluso hasta el suicidio. Cada día estamos pagando las consecuencias
de una Progresía de salón que sirve
de tapadera para todo tipo de actos delictivos.
Bajo ningún concepto admitirán ninguna “medida represiva” contra los
acosadores (como expulsarlos del Centro escolar) y mucho menos el tratar de
“criminalizarlos”. La actitud de los
padres de los acosadores, lejos de asumir alguna responsabilidad personal, es
culpar de todos los males a la
Sociedad actual y
al inoperante Sistema Educativo.
Mientras, las “criaturitas” siguen campando a sus anchas machacando a inocentes
que solo han cometido el delito de compartir con ellos espacio y tiempo. Triste
historia es aquella en la que siempre triunfan los matones cobardes y los
pusilánimes. Puede que tuviera razón Gerónimo
cuando ni aún en la Reserva India quería quitarse
las pinturas de guerra de la cara.
Juan Luis Franco – Miércoles Día 18 de Mayo del 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario