viernes, 24 de junio de 2016

Abducido






Afortunadamente heredé de mi madre algunas de sus virtudes (los defectos son de mi propia cosecha) y entre ellos es mantener a lo largo de los años una memoria fotográfica. Esto me permite recordar con total exactitud pasajes de mi vida ocurridos hace ya muchos años.  Siempre me ha resultado apasionante el mundo de los surrealistas que escriben su propio guión independiente del mundo racional o irracional que les ha tocado vivir.  Muchos de ellos reciben el titulo despectivo de “colgaos” aunque a ellos este calificativo nunca parece importarles. Me acuerdo perfectamente de un compañero que tuve durante mi Servicio Militar en Ceuta.  Era un gallego apellidado Troutiño y que trabajaba de mecánico de coches en Francia. Un hombre sumamente introvertido y solitario pero que tenía como compañeras de viajes la solidaridad y la bondad. Nunca era capaz de negarle un favor a nadie y esto propiciaba que en no pocas ocasiones abusaran de su persona. Con el paso del tiempo me fue dando confianza y creo que me tenía como la única persona de fiar dentro del Cuartel.  Una tarde me comentó que un día compartiría conmigo un tremendo secreto que había marcado su existencia.  Del dicho al hecho. Una mañana de domingo mientras compartíamos café en el Ambigú del Cuartel se decidió contarme el motivo de sus preocupaciones.  Me dijo que todo ocurrió un mes de agosto mientras veraneaba en su Lugo natal.  Una noche se le había ido la mano con el Albariño y se quedó profundamente dormido en la playa. Dice que cuando despertó se encontró en el interior de una nave extraterrestre rodeado de cables y, sobre todo, de alienígenas.  Estos se dirigieron a él en un perfecto francés para comentarles que había sido elegido para una delicada misión en la Tierra. Cuenta que lo tuvieron un mes formándolo sobre las características de cual sería su cometido terrestre. Una especie de FP marciana. Lo devolvieron mediante un viaje a través de la luz al salón de su casa en Lyon.  Aprovechando las noches de luna llena intercambiaba mensajes con sus compañeros extraterrestres. A pesar de estar liberado de cualquier servicio, pues los mandos del Cuartel lo tenían todo el santo día arreglando sus coches particulares, buscaba tener guardias las noches más resplandecientes. Desde la garita de mayor altura del Cuartel se comunicaba con sus “aliados” girando lentamente un espejo que era el mismo que le servía  para afeitarse por las mañanas.  Me tenía absolutamente perplejo y nunca entendí como para librarse de la mili solo hacia falta no dar la talla (ser bajito) o tener los pies planos y nunca se comprobara el perfil psicológico de la gente. Un día le avisaron de que su padre había fallecido y le concedieron siete días de permiso para que se desplazara a Galicia para su entierro. Pues bien, a pesar de que aún le quedaban cinco meses de “mili”, el amigo Troutiño nunca más regresó.  Ya no volví a saber de él y siempre me he preguntado, como Manolo Escobar con su carro, ¿dónde estará Troutiño?





Juan Luis Franco – Viernes Día 24 de Junio del 2016



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