Con el paso del tiempo y, sobre todo, de los años han ido
desapareciendo una serie de profesiones que eran muy frecuentes en mi etapa
infantil y juvenil. Profesiones tales
como charolistas, guarnicioneros,
talabarteros, afilaores, cortadores de
calzado o zapateros remendones
forman ya parte de nuestra memoria sentimental.
Personas que de manera individual ejercían sus profesiones y que con las
mismas podían mantener con decoro a sus familias. Con la llegada de las nuevas
tecnologías y, sobre todo, las nuevas necesidades ya son una especie en vías de
extinción. En la actualidad ya toda las
profesiones forman parte de un proceso de fabricación colectiva (la genial
visión futurista de Charles Chaplin
en “Tiempos Modernos”) y el “buscarse la
vida por su cuenta” forma parte del pasado.
En el Corral de Vecinos donde
transcurrió mi niñez y parte de mi juventud vivían algunos vecinos que
desarrollaban estas profesiones.
Recuerdo de manera especial a Pepe
“El Charolista”. Este hombre que era cultísimo llegó a la Calle Conde de Ybarra (vulgo “Condibarra”) procedente de su Murcia
natal intentando escapar de la represión política y social de la época (esto me
lo contó mi madre con el paso de los años). Llegó acompañado de su mujer y de dos
niñas muy pequeñas. En su profesión estaba considerado de una cualificación y
profesionalidad que sobrepasaba con creces la categoría de excelente. Era un
hombre pulcro, educado y afectuoso como a pocas personas he conocido. Fuera
invierno o verano siempre llevaba un libro acompañando su atuendo. En la etapa
estival le sobresalía en algún bolsillo de las distintas cubanas que tenía. En
los duros inviernos asomaba la cabeza alguna novela en el bolsillo de su
chaqueta o en su viejo y bien cuidado abrigo. La lectura como tabla de
salvación en los mares encrespados de la vida.
Con el paso de los años tenía los
dedos de las manos oscurecidos por el tacto del barniz que con la muñequilla
aplicaba a los muebles. Siempre noté un
halo de tristeza en su mirada y se lo rifaban las casas señoriales para la
reparación de muebles antiguos. Un día, como tantos, dijo “hasta aquí he llegado” y se nos fue a darle una mano de barniz a
los muebles de la Casa del Dios Padre. Charolistas, los
recordados charolistas de mi niñez. Un
tiempo pasado pero nunca olvidado.
Juan Luis Franco – Lunes Día 10 de Octubre del 2016
Buenas tardes
ResponderEliminarHe leído un artículo suyo del día 10 de octubre, hablando sobre su niñez y haciendo referencia a un charolista que conoció en la calle Conde de Ibarra "Pepe", no conocí a mi abuelo, pero a través de sus palabras he tenido una visión preciosa, que me ha emocionado, llegando a imaginar aquellos tiempos pasados y al él camino a su trabajo, muchas gracias por dejarme éste recuerdo de él.
Un saludo.