jueves, 3 de noviembre de 2016

De  Manolete a José Tomás






El Toreo, los Toros, es una de las pocas Fiestas de gran calado sentimental que le queda a la vieja Europa.  Que duda cabe que entre los interesados ataques foráneos y la indiferencia que se nutre del pasotismo de los de dentro la cosa pinta mal. Poco trabajo me cuesta  en dialogar  y/o debatir con personas de buena fe que creen que los Toros se deben abolir por el maltrato animal que ocasiona.  Otra cosa bien distinta es las campañas antiespañolas orquestadas contra la Madre Patria para convertirla en una Madrastra apátrida. Tema que  ya resulta cansino y repetitivo en un dialogo de sordos dentro de una España que se desvertebra desde la sinrazón y el fundamentalismo. En la Fiesta de los Toros están reunidas de manera armoniosa todas las Artes. Es una lucha noble en un escenario perfecto para morir o matar desde la belleza.  Una de las imágenes más hermosas que la naturaleza nos ofrece es la vida en el campo del Toro de Lidia.  Vive en completa libertad y goza de unos cuidados de los que no disfruta ningún otro animal. Se argumentará....”Si, vale, pero en definitiva lo están preparando para matarlo en una Plaza ante el divertimento de la gente”. Pero, podríamos preguntarnos si existe algún animal que no sufra acoso y derribo hasta su muerte. En una sociedad carnívora como la actual hablar de la muerte de un animal en concreto me parece un mero ejercicio de hipocresía. Vivimos una época donde todo se configura en clave de cruzadas. ¿Alguien cree de verdad que si los Toros fueran la Fiesta Nacional de Cataluña no habría toros en Barcelona?  El Toreo se manifiesta como un oasis de hermosa tradición en una España proclive en la actualidad a su desnaturalización. Personajes de antaño como Manolete o su versión contemporánea en la figura de José Tomas nos dan una dimensión de cómo el hombre es capaz de coquetear con la muerte a través de la estética y la armonía.  Héroes populares de antaño hoy son relegados, de manera torticera, a la categoría de matarifes. El concepto de pueblo ha sido hábilmente manipulado hasta convertirlos en eso que se llama ciudadanía. Todos son conceptos huecos en el fondo y estentóreos en las formas. Espero no vivir la suficiente para ver desaparecer la Fiesta de los Toros.  Fue una de las grandes herencias que me dejó mi padre (la otra fue el Flamenco) y créanme si les digo que nunca conocí a una persona más amante de los animales.   De Manolete a José Tomás.





Juan Luis Franco – Jueves Día 3 de Noviembre del 2016



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