miércoles, 2 de noviembre de 2016

Santidad y Orfandad






“No se lo que tienen las flores

llorona, las flores de un camposanto,

que cuando las mueve el viento

llorona parece que están llorando.



El mes de Noviembre siempre arranca con velas de santidad y lágrimas de orfandad.  De los santos nos acordamos en momentos puntuales para recabar sus favores y bondades. A los muertos, cuando son queridos y añorados, los recordamos en los momentos más diversos y de las formas más insospechadas.  Los días 1 y 2 de Noviembre son los preámbulos del convencimiento de que nada es eterno y de que tan solo la fe puede salvarnos del naufragio de cuerpos y almas.  Vivimos agarrados al mástil de la Esperanza para que al final todo cobre sentido. Cuando hace veinte años que cumpliste el medio siglo son ya muchas las queridas ausencias en esto que llaman el ejercicio de vivir.  Día de Todos los Santos y Día de los Fieles Difuntos. Con una notable diferencia: alcanzar la santidad es algo excepcional mientras que morirse está al alcance de cualquiera. Los santos nos piden lealtad para sumarnos a su causa y los difuntos fidelidad para que con nuestro recuerdo nunca se nos mueran definitivamente.  No existe una Ciudad en el mundo que, como Sevilla, sepa conjurar mejor ritos con tradiciones.  Es una Escuela que desde niños nos enseñan nuestras abuelas y madres en el camino que va y viene a San Lorenzo. Empiezan a correr los días de Noviembre y lo hace como pasó siempre con su carga de Santidad y Orfandad.  La Ciudad, los días y, sobre todo, las noches de inciertos amaneceres.  La vida misma.





Juan Luis Franco – Miércoles Día 2 de Noviembre del 2016



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