Sobre “Curiosidad” la RAE
nos da una definición con tres variantes: 1.
Cualidad de curioso. 2. Cuidado,
esmero o limpieza y 3. Cosa curiosa
(que llama la atención). Sobre chismorreo
ya se muestra más concisa: 1. Dicho de
varias personas: Contarse chismes
mutuamente. Evidentemente y escrito
con un cierto tono de pesimismo España
(Andalucía y Sevilla ni les cuento) es un país donde abunda de manera abrumadora
el chismorreo. Tener una cierta curiosidad por la vida y sus circunstancias
colaterales es un ejercicio que aparte de ennoblecer a sus practicantes suele
llenar los vacíos existenciales. El
chismorreo es sibilino por su propia naturaleza. Se trata de hacer circular chismes (que sean
ciertos o falsos es algo insustancial) que una vez puestos en circulación nadie
sabe quien o quienes lo propagaron. El origen es lo de menos y se convierte en
algo secundario. Se trata de dejar en el
aire un cierto halo de duda sobre una persona (o una Entidad) determinada y
luego que avance aquello de “Cuando el
río suena agua lleva”. La televisión
es un excelente parámetro para concretar si la batalla de la audiencia la gana
la curiosidad o el chismorreo. El
resultado creo que salta a la vista.
Algunos políticos e ideólogos se encuentran bastante incómodos con los
curiosos pues saben que, tarde o temprano, les pedirán que se vacíen los
bolsillos. Con el chismorreo se muestran
encantados, saben que sus haciendas pueden dormir tranquilas. Nada es fruto del
azar y toda nuestra manera de sentir, pensar y, sobre todo, actuar están
diseñados desde las altas esferas. Llevan ya más de dos mil años dándonos circo
en vez de pan. Mientras discutamos sobre
las andanzas de los “frikis” en los platós de televisión no preguntaremos por las suyas. Curioso o chismoso esa es la cuestión.
Juan Luis Franco – Miércoles Día 18 de Enero del 2017
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