El viento silba entre los olivos del Aljarafe para anunciarnos que la vida sigue su curso de días
consumidos y, lo más importante, de días por consumir. Las campanas de la Giralda
repican en los atardeceres para que la luz –esta luz única en el mundo- se vaya
difuminando lentamente por entre Alemanes
y Mateos Gago. Esta Ciudad nuestra está hecha por y para la
melancolía. Siempre vivimos añorando a algo o a alguien. No busquen un lugar en
el mundo donde los muertos estén más presentes y los vivos más ausentes. Todos,
con los años, tenemos la sensación de que la vida sevillana siempre se debate
entre el ayer y el mañana. Los gozos por
esta tierra siempre fueron hermosos
paréntesis que dan sentido a nuestra existencia. En el carácter del sevillano
está impresa el alma de la Andalucía más profunda.
Ejercer de sevillano lleva implícito un cierto desdén a los “graciosillos” y trepas de turno que
tanto daño hacen a nuestra idiosincrasia. Sevilla es solemne y táctil a la vez: se
siente y puede tocarse. Una Ciudad
nacida para la poesía y el amor donde este mágico circulo lo cerraron para la
eternidad Bécquer, Luis Cernuda, Antonio
Machado, Vicente Aleixandre y Rafael
Montesinos. Vamos de nuestro corazón a nuestros asuntos dejando por callejuelas
y plazoletas aromas romanos, moriscos y judíos. Nunca fuimos cristianos de
manual sino más bien un manual para el cristianismo. Habita entre nosotros un Rey de reyes y una Reina,
Guapa entre las guapas, que dan
sentido a lo que se entiende en estos lares por religiosidad popular. Somos
distintos pero nunca distantes y siempre alteramos el orden de pecados y
penitencias. Nos sentimos solos en las
multitudes salvo que exista por medio un clavel en la solapa, el canto de un ¡Gol! o un cirio que llore lágrimas de
cera. La Saeta
se creó para que el mundo sepa como se puede llorar y rezar cantando. Hablamos
bien de los muertos y mal de los vivos. Somos contradictorios por nuestra
propia naturaleza. Toreamos a la pena con un capote de grana y oro. Somos coparticipes
vivenciales de una Ciudad que se
nutre del Arte y la Belleza y que ondea en su Torre Mayor la bandera de la Amistad. Paisanos de una aventura
compleja pero maravillosa. Sevillanos añorando y buscando los paraísos
perdidos. Buena gente empeñada en
parecer lo contrario.
Juan Luis Franco – Viernes Día 10 de Marzo del 2017
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