Las distintas edades del ser humano donde se encuadra la
niñez, juventud, madurez y vejez solo son homologables en cuestiones
sociales/corporativas y nunca en el plano generacional y/o individual. Por
ejemplo: existen niños con sus necesidades más que cubiertas y otros pasan
hambre. ¿No estamos hablando de niños en ambos caso? Cuando decimos que en España tenemos a la generación de jóvenes más preparada de nuestra Historia decimos una verdad a medias. Lo
correcto sería afirmar que, efectivamente, existe un segmento de nuestra
juventud con una más que excelente formación y que son premiados con la “movilidad exterior” (dixit doña Fátima
Báñez). No se es sabio por el simple hecho de ser viejo ni tampoco díscolo
ni lerdo por ser joven. Los problemas y las situaciones se homologan mediante
la mala praxis política y social que sitúan a las distintas generaciones ante
disyuntivas tendentes al desosiego. El Paro juvenil es una lacra con unas
connotaciones numéricas más acusadas que el Paro
endémico que padecen millones de españoles/as. Las mujeres trabajadoras de
cualquier edad ganan (desarrollando los mismos trabajos) bastante menos que los
hombres. Por tanto debemos hablar de
niños que comen a diario y de otros que no lo hacen. De jóvenes que buscan a través de un proceso
formativo un futuro (que nunca termina de llegarles) y de otros que han
decidido que, visto lo visto, es mejor pasar de todo y de todos. De hombres y
mujeres trabajadoras que perciben unos salarios claramente discriminatorios. De
personas mayores que gracias a sus ingresos son atendidos en todas sus
necesidades y de otras con pensiones bajas que ven pasar los días entre la incertidumbre
y el desaliento. ¿Un mismo saco para todos? Puede, pero con múltiples agujeros.
Generalizar nunca ha sido bueno ni
tampoco justo.
Juan Luis Franco – Miércoles Día 26 de Abril del 2017
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