viernes, 28 de abril de 2017

Sanlúcar



“Por la calle de la Plata
yo vi tus ojillos negros
y por poquito me mata”

A Sanlúcar de Barrameda se arriba de tres posibles maneras. Desde Sevilla navegando a través de un río Guadalquivir (“Río de mi Sevilla / no te entretengas / que te espero en Sanlúcar a la mar inmensa / Con que desgana dejarás las orillas de tu Triana”) bañado de sueños imposible y de amores soñados en poemas del alma. Desde el Puerto de Santa María añorando “La arboleda perdida” de Rafael Alberti y a través del carril de las “Mirris” (“Desde Sanlúcar al Puerto / hay un carril / que lo habían hecho las Mirris / de ir y venir”). Desde Jerez por una ruta de viñedos de caldos ensolerados y de cantes tan añejos y puros como las botas de sus bodegas.  Se debe llegar siempre a Sanlúcar con el alba y se le da los buenos días al Coto de Doñana desde el barrio marinero de Bajo de Guía.  La mágica sonanta del maestro Manolo Sanlúcar y lo ecos rocieros de Sal Marina llenan el aire de los mejores soniquetes andaluces. Como antídoto para el alma buscar refugio al mediodía en el placer de saborear ese oro líquido llamado Manzanilla. Un camino recto y sin subterfugios para estar en paz con Dios y los hombres. Ver, en sus lentos atardeceres, como se muere la tarde desde la playa de Las Piletas es comprobar como mueve el Sumo Hacedor su divina paleta de colores. La madrugá sanluqueña es un canto a la nostalgia de los paraísos soñados y perdidos. Sus calles en la penumbra de la noche nos invocan a tiempos pasados donde el esplendor llegado vía ultramar convocaba a toda la aristocracia española. La noche sanluqueña alcanza su cota de máximo esplendor cuando Encarnación “La Sallago” canta por Toná desde el mirador flamenco del Barrio Alto.  Sanlúcar, donde el reloj de la Plaza del Cabildo marca siempre la hora de la Baja Andalucía.  


Juan Luis Franco – Viernes Día 28 de Abril del 2017


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