miércoles, 31 de mayo de 2017

Pepe Luis






Las circunstancias de la vida y los tiempos que corren hacen cambiar a la gente y las pocas personas que se apoyan en el firme convencimiento de sus principios esos nunca cambian. Lo de renovarse o morir no va con ellos pues no están por la labor de falsas renovaciones ni tampoco por morirse hasta que les llegue su hora.  Pepe Luis pertenece por pleno derecho a este último grupo. Lo conozco desde la infancia y este antiguo vecino del Callejón Dos Hermanas  -en pleno corazón de la Puerta de la Carne-  es de los que no se rinden. En el fondo es un izquierdista bohemio y soñador  y en las formas un sevillano que se agarra a las aristas de los bancos de los Jardines de Murillo para no perder sus raíces. Vive desde hace años en el campo junto a su compañera, sus recuerdos y sus perros. Allí fabrica utensilios artesanales que luego vende en la Plaza del Duque de la Victoria.  Sus hijos hace tiempo que buscaron sus futuros allí (en el extranjero) donde se valora el talento y la perseverancia. Un espíritu insobornable que irradia vida y decencia por todos los poros de su piel.  Un antisistema de los de verdad y que lleva grabadas a flor de piel las secuelas del Mayo francés del 68.  Su vivienda en la Puerta de la Carne era lugar de citas y reuniones de los pocos que entonces nos movíamos en la clandestinidad sevillana. Allí vivía junto con su hermana (una muchacha adorable y que hacia de la discreción virtud) y pocos eran los que no conocían la casa de Pepe Luis. Aquello, para entendernos, era el “co.. de la Bernarda”. Lo mismo servía para una reunión clandestina que para un desfogue sexual o para ocultar a alguien que buscaba la Brigada-Político-Social de la época. A Pepe Luis nunca le importó poner su vida y su casa a disposición de una causa en la que hoy todavía sigue creyendo. Lo veo con frecuencia entre los vendedores ambulantes de la Plaza del Duque y me ruboriza el que piense que mis opiniones siempre serán mejores que las suyas. Pepe Luis es el antídoto que mi conciencia necesita para recuperar viejas ilusiones y nobles proyectos.  La diferencia es que yo me hago cada día más viejo (pragmático) y él se hace cada día más joven (idealista). Gente pacifica y solidaria que hicieron de la utopía una fiel e inseparable compañera de viaje. Manantiales de agua fresca en una sociedad resecada por la mentira. Sevillanos ajenos a las tradiciones pero fieles testaferros de la Ciudad.





Juan Luis Franco – Miércoles Día 31 de Mayo del 2017


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