lunes, 12 de junio de 2017

Divagando por los sueños






Cada cierto tiempo necesito un proceso curativo de introspección.  Durante tres o cuatro días solo salgo por la mañana para dar largos paseos y así poder coger “la cueva” con ganas y con un cierto frenesí interior. No me relaciono con nadie y me dedico preferentemente a leer, escuchar a Bach y a emborronar cuantas páginas en blanco me ofrece la pantalla del ordenador. Me suelo olvidar completamente del reloj y me alimento cuando me lo pide el cuerpo. La televisión y la radio las tengo esos días dentro del ostracismo más absoluto.  Resulta ciertamente frustrante como te acuestas cada día con el saco lleno de sandeces escuchadas y pocas, muy pocas, cosas inteligentes. Vivimos un mundo de muchos “maestros” y muy pocos alumnos. Tengo una cierta sensación de que, a ciertas edades, el tiempo no es un valor añadido sino estrictamente necesario. Durante esos días vivo una especie de retiro espiritual procurando que nada ni nadie lo interrumpa.  Más que un ejercicio de misticismo me resulta un encuentro cara a cara con el hombre que habita en mis adentros.  Para algunos esto no dejaría de ser un ejercicio de mera cursilería pero mala cosa es responder a los demás sin responderse uno previamente. Existen cosas que me hubiera gustado hacer y que ya se me antojan imposibles. Ver un partido de fútbol en “Old Trafford”. Visitar en Liverpool La Caverna (“The Cavern Club”) donde empezaron “The Beatles”. Asistir al “Concierto de Año Nuevo” en Viena.  Llevarme una semana en Florencia y pasear por sus calles en sus luminosos atardeceres.  Ir a Praga tras los pasos de Franz Kafka. En fin “cosillas” que cuando pude llevarlas a cabo me dio pereza y ahora manda en mi generación el implacable 0,25 del “aumento” de las pensiones.  Divagar y soñar todavía resulta gratis. No descartemos que un día alguien saque un nuevo impuesto por soñar.





Juan Luis Franco – Lunes Día 12 de Junio del 2017



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