miércoles, 14 de junio de 2017

Perdona a tu Pueblo






Cada época se articula con hábitos nuevos y costumbres viejas.  Cuanto de positivo o negativo tengan las mismas ya es harina de otro costal.  Es la sempiterna y difusa cuestión para dilucidar cuanto de bueno o malo existe a nuestro alrededor.   De un tiempo a esta parte se ha puesto de moda el pedir disculpas ante las continuas paparruchadas o dislates cometidos. En las redes sociales “desarrollan” una broma macabra sobre el holocausto judío; banalizan los horrores de ETA; propagan una vil y mezquina descalificación sobre una persona honrada o desarrollan una pelea a mamporros de padres en un partido de fútbol de infantiles o juveniles. No importa, todo es solucionable bajo el manto del arrepentimiento. A posterioridad y visto el revuelo levantado se pide públicamente perdón por los desmanes cometidos y “aquí paz y después gloria”.  Se dice que... “no estaba en mi animo faltarle el respeto a nadie y lamento si alguien se ha sentido ofendido” o bien...”nos dejamos llevar por el acaloramiento y sentimos el ejemplo que hemos dado a nuestros hijos”.  Cuando las disculpas son sinceras poco (o ningún) trabajo cuesta aceptarlas. Pero, ¿dónde quedan los necesarios propósitos de enmienda?  Alguien dijo que: “Una persona en soledad piensa y discurre; con dos charla; con tres debate; con cuatro discute y con cinco se va a la guerra”. Pero, como toda regla tiene su excepción, los estúpidos cuando piensan y teclean en solitario sus ordenadores son doblemente peligrosos. La nieta de Carrero Blanco y la siempre ejemplar Irene Villa dejaron testimonio por escrito de no elevar a penal lo que simplemente son estupideces.  En este país, le pese a quien le pese, el único que ha pedido perdón con la inclusión del propósito de enmienda ha sido el Rey (emérito). Errar es humano y perdonar es darle sentido a la condición humana. Perdona a tu Pueblo Señor y sobre todo a la estupidez de algunos seres humanos.





Juan Luis Franco – Miércoles Día 14 de Junio de 2017



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