Dentro de pocos días se cumplirá un año desde que este maldito virus apareció en nuestras vidas. Todavía hay momentos en que nos parece estar viviendo una pesadilla y de la que terminaremos despertando. Nuestras vidas transcurren enmarañadas en una realidad de avances y retrocesos. Los datos que, al día de hoy, ofrece la Pandemia a nivel planetario son desoladores: 106,6 millones de contagios y 2,3 millones de fallecidos. Recuerdo que, en su gran mayoría, los niños de mi Generación padeciamos una serie de carencias que hacían muy difícil la vida cotidiana. Salimos adelante por la gran dosis de cariño y protección que nos dieron nuestros mayores. Resistimos, eso sí, curtiendo nuestra piel en cada envite y siempre con la Esperanza por bandera. Pocas dudas tengo de que lo peor de la Pandemia ya ha pasado y que con el avance de la vacunación esta pesadilla irá remitiendo. Lo importante, lo verdaderamente importante, es salir de las trincheras con el menor número de bajas posibles. Todavía, a que engañarnos, nos queda un buen tramo en este largo y tortuoso sendero pandémico. Resistiremos por nosotros y por los que se quedaron en el camino. Volveremos a abrazarnos sin cortapisas de rostros enmascarados ni distancias de seguridad. Lo cantaba la gran Lole Montoya: "Que es que en amores, las caricias soñadas son las mejores ".
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