Pasó la Semana Santa como un canto nostálgico donde se recogieron las emociones y se expandieron las sensaciones. La vida sigue su curso de forma imparable hacia la anhelada meta de una cotidianidad plena y sin cortapisas. Hemos vuelto a una rutina que es la que demanda las circunstancias actuales. Vivimos en volandas a merced de los vientos que mueve la veleta de nuestra existencia. Estamos en manos de la Ciencia y del sentido común que, en demasiadas ocasiones, se nos muestra como el menos común de los sentidos. De todo hay (habemos) en la Viña del Señor. Salimos emocionados y fortalecidos por el discurrir de los Santos días de la Santa semana. Se invirtieron los conceptos y la forma de vivirla. Fuimos nosotros los que buscando la Fe vaciamos las calles en el interior de las Capillas. Nuestros priostes, los priostes sevillanos, nos dieron una hermosa lección de como se puede conjugar la Fe y la Belleza. Han conseguido que esta pasada Semana Santa fuera única, irrepetible y quedará para siempre atada a nuestros más nobles sentimientos. Esto, más pronto que tarde, pasará y vendrán días mejores. Haríamos bien en no olvidar lo vivido esta pasada Semana Santa. De madrugada por la calle de las Cruces nos llega el eco de una Saeta de Manuel Vallejo. Debajo de algún altar hay dos claveles marchitos que se resisten a morir del todo. Detrás de una Papeleta de Sitio simbólica alguien escribió: "Gracias, muchas gracias priostes sevillanos ".
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