Son muchos los historiadores y críticos musicales que han considerado y consideran a la Quinta Sinfonia de Beethoven como la mejor de todos los tiempos. Beethoven tardó en componerla cuatro años (1804-1808) y se estrenó en Viena el 22 de Diciembre de 1808. La música de Beethoven en general y la Quinta y Novena Sinfonía en particular es un claro ejemplo de rotunda persistencia en el tiempo. Con una clara influencia en toda la Música Contemporánea. Incluso formas musicales tan distantes y en principio tan distantes han bebido de la fuente del genial Beethoven. El Rock y el Pop nunca han tenido reparos en asumir esta influencia. Grupos tan carismáticos y rompedores como Pink Floyd o The Beatles siempre han reconocido abiertamente su ligazón con la música de Beethoven. Nadie en el contexto de la Música Clásica ha resistido mejor el paso del tiempo que el Genio alemán. No ha habido en el mundo un estallido social que no haya tenido como banda sonora la música de Beethoven. Sonó hasta en un cumpleaños de Hitler y hoy, la Novena Sinfonía, es el Himno Oficial de la Union Europa. Diseñadores, escritores, pintores, cineastas (con Godard y Kubrick a la cabeza), músicos y todo el arco creativo se han rendido ante el talento inconmensurable de Beethoven. Nuestro Miguel Ríos convirtió el Himno de la Alegría en un icono del pop mundial. La música de Beethoven más que para explicarla está compuesta para escucharla en armonía con la Madre Naturaleza. Trata de ordenar mediante pentagramas el caos existencial y combatir la barbara irracionalidad de los seres humanos (hoy trata de abrirse paso entre el ruido de las bombas rusas en Ucrania). Beethoven, con su Quinta y Novena Sinfonía, nos deja meridianamente claro que la sublime belleza no sólo es posible sino necesaria.
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