Puede que sea una “deformación” vocacional que los años no han hecho más que incrementar pero, de manera permanente, me gusta observar cuanto me rodea para situarme ante lo bueno y lo malo. Nada me resulta ajeno y mi curiosidad no nace del campo del cotilleo sino más bien de mi frustrada vocación de sociólogo. La semana pasada estaba tomando café en “La Confitería la Campana” cuando ocurrió un hecho que por su simpleza a mí me pareció singular. Estábamos en este templo dulcero y cafetero sevillano dos o tres personas en la barra. Por cierto, este establecimiento data de 1885 y figura como “Proveedor de la Casa Real Española “. Entró un muchacho que rondaría los 15 o 16 años de edad. Lo notaba que estaba algo nervioso y deduje que era la primera vez que entraba sin sus padres a desayunar en un bar. Después de dar los buenos días le pidió por favor al camarero que le pusiera un Cola-Cao con la leche templada. Le pregunta el camarero si quería algo para comer y le responde que va a mirar la vitrina de los pasteles. Se decide por un trozo de tarta de manzana. Cuando le sirve el camarero le pregunta cuánto es y si procede pagarle por adelantado. El camarero, largo de oficio, le responde que desayune tranquilo que lo de pagar viene luego. Ocupa una de las mesitas que hay en el interior y al pasar por delante mía y ante la posibilidad de que pudiera molestarme me pide disculpas. Cuando me marché estaba dando buena cuenta de su desayuno y con una satisfacción en su cara como si pensara para sus adentros “prueba superada”. No pude evitar acordarme de mi nieto que cumplió en enero 12 años y que gracias a la educación que le están dando sus padres se mueve en esa dinámica de buenas maneras y respeto. No podemos ni debemos hablar tan solo de los defectos que apreciamos en la juventud actual. Personas como este muchacho los hay a millares lo que pasa es que la discreción y los buenos principios hoy están infravalorados. Se van a tener que desenvolver en una Sociedad donde prima el exabrupto, la descalificación y la falsa impostura. No lo van a tener fácil pero, a que engañarnos, en ellos está el futuro de un país donde el civismo, la solidaridad y los principios éticos deben ser nuestras mejores señas de identidad.
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