Es difícil, tremendamente difícil, sustraerse de la barbarie que está ocurriendo en Ucrania. Ya sabes que con cualquiera que te encuentres por la calle el primer tema de conversación será sobre esta Guerra. La Cuaresma no puede ni debe sustraerse de este terrible acontecimiento. Estos días cuaresmales se mueven entre los rescoldos de una Pandemia que aunque menguada sigue presente (continúan falleciendo muchas personas) y la omnipresencia de esta Guerra. Sevilla, como pasó siempre, está mostrando una enorme solidaridad y el mundo de las hermandades se muestra enormemente receptivo ante esta gran tragedia. Las imágenes que nos siguen llegando a diario son estremecedoras y nos producen una rara mezcla de compasión y de rabia. No podemos hablar de “normalidad” cuando vemos en directo el gran sufrimiento de tantas personas (con los niños como los más afectados por esta tragedia). Es perfectamente comprensible que no podemos llevarnos todo el santo día con el mismo tema de conversación. Tampoco podemos sacudirnos el problema como si esto no fuera con nosotros. Esta barbarie está ocurriendo en Europa de la que, afortunadamente, formamos parte. Somos europeos tanto para recibir ayudas económicas que nos hagan salir del pozo como para hacernos partícipes de los graves problemas que en ella ocurran. Nadie elige las circunstancias que rodea su vida ni tampoco puede predecir los acontecimientos que les tiene reservado el futuro. La frase que debíamos interiorizar en estos días tan confusos es “estamos en guerra”. No se trata de meterle a nadie el miedo en el cuerpo que de eso ya estábamos sobrados con la Pandemia. Se trata de tomar conciencia colectiva de que está Guerra es contra Ucrania y por extensión contra todo el mundo civilizado. No debemos olvidar que la Pandemia comenzó en un pueblo de China casi de manera anecdótica. Al día de hoy el número de fallecidos supera de largo los seis millones de personas (rigurosos estudios científicos cifran el número de muertos en el triple de esta cifra). Estos no son tiempos de dudas existenciales ni de “dirigentes” de tres al cuarto. La paloma de la Paz huye chamuscada y despavorida del criminal ataque de los pájaros de mal agüero. Guerra o Paz he ahí la cuestión.
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