jueves, 15 de diciembre de 2022

Mesón del Moro



“….la lluvia allí no es más que una rosa entreabierta; su niebla misma ríe, risa blanca en el viento” (Luis Cernuda) 

Por entre los blancos visillos de una ventana de la calle Aire suena la voz nítida de Enrique Morente cantando por Tangos. Canta a San Juan de la Cruz en su inmortal poema “Aunque es de noche” (Cantar del alma). A tan solo unos metros, un azulejo  con el poema “Jardín Antiguo” de Luis Cernuda nos deja el alma flotando atrapada por el aire nostálgico de lo vivido. La tarde huele a judería sevillana y se nos diviniza a través de los ojos de una Virgen que expresa su pena tamizada por el color celeste del cielo sevillano. La noche llegará atada amorosamente  por entre los cordeles de las azoteas que nos acercan al mágico mundo de la niñez. Aquí donde el mármol se hace plural (“Mármoles”) y la Ciudad se nos muestra en toda su belleza de mocita casadera. Una calle, la de la Madre de Dios, que se hace plácida rampa cuando se baja y empinada cuesta cuando se sube. Nadie la bajó nunca con tanto esplendor como el Cristo de San Bernardo. Pocas calles tan cortas fueron tan largas en su recorrido emocional. Por allí anida de manera permanente el alma de Nicholas Wiseman que fue Cardenal en la tierra de William Shakespeare y nos dejó una inmortal novela (“Fabiola”) que a la postre le dio nombre a una calle. Con un Instituto Británico que desde 1946 enseña en Sevilla las formas gramaticales de una lengua que, junto al castellano, llenaron el mundo de Cultura, Arte, entendimiento y alguna Cruzada que otra. Aprenderla era fundamental para, entre otras muchas cosas, poder traducir las canciones de “The Beatles “. Con una Iglesia que tiene a la Misericordia clavada en una cruz y que le da soporte espiritual al Barrio de todos los barrios de la Ciudad. Templo atravesado frontalmente por una flecha urbana dedicada a uno que se llamaba Guzmán y  que no sería mala persona cuando quedó para la historia como “El Bueno “. Todo acompasado por las risas infantiles de un Colegio que se nos fundió en el alma y que cubrió nuestras cabezas para siempre con un turbante moruno: el Mesón del Moro. 

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