lunes, 18 de diciembre de 2023

El alimento del cuerpo



Que difícil es comer despacito cuando se tiene hambre”  (Curro Romero)


Pocas dudas existen de que el comer es uno de los grandes placeres que tenemos los humanos. Un buena comida con un buen vino (creo que ahora a esto le llaman maridaje) y una buena compañía es tocar el cielo con la punta de los dedos. Disfrazar las buenas comidas con apellidos como “Comidas de Empresa” o “Comidas de Trabajo” es desnaturalizar el buen yantar.  Las comidas siempre son patrimonio de sus comensales y el disfrute, cuando existe buena armonía entre los mismos, siempre estará garantizado. El circulo se cierra con buenas viandas, buen vino y buena gente sentada en la mesa. Todo lo demás es ganas de alterar el sentido racional de las cosas. A veces olvidamos que la razón primera que tienen los alimentos es facilitar que ningún ser humano se quede sin ellos. Son millones los pobladores de este planeta llamado Tierra (con muchos niños a la cabeza) que pasan hambre. España tiene el triste record de ser uno de los países europeos que más comida tira a la basura. Compramos por comprar (consumismo compulsivo) y después nos deshacemos sin remordimiento de todo aquello que no nos apetece consumir. ¿Qué cada uno es muy libre de gastar su dinero en lo que estime oportuno? Sin duda, pero lo que no podemos pretender es que nosotros nos creamos ajenos al grado de hambruna que padece una parte considerable de este mundo. En la actualidad no existe cadena televisiva (pública o privada) que no dedique una parte de su programación al tema del “papeo”. Brillantes cocineros  enseñándonos como utilizar el nitrógeno en nuestras cocinas. Concursos televisivos donde se compite abiertamente (con discusiones programadas para subir la audiencia) y así poder juzgar quien es el mejor dotado para darle prestancia a los alimentos. Rutas gastronómicas donde se nos indica donde comer y que alimentos son los más preciados del lugar. Existen ya cocineros mediáticos que son mas conocidos que algunos futbolistas o estrellas del celuloide. Cada año se reparten las “Estrellas Michelin” como una especie de Oscar de los fogones. La cocina mas que una forma de poder alimentarnos ya ha pasado a la consideración de Arte. Contra menos cosas tengan los platos mas fuerte será la “estocada” en la cuenta. Se trata de que si vas a un restaurante de moda salgas con hambre y con la cartera tiritando. La clave consiste en no comer para vivir sino en vivir para comer. Mi abuela y mi madre (como la inmensa mayoría de aquella sufrida generación) cocinaban con elementos alimentarios muy pobres y escasos. Sin embargo nunca podremos olvidar aquellos olores y aquellos sabores. Platos que cumplían sobradamente dos funciones: paliar el hambre reinante y dejarnos un sello indeleble en nuestras papilas gustativas. No deja de ser un falso e interesado dilema el que se establece entre la cocina-tradicional y la cocina-vanguardista. La cuestión fundamental consiste en la calidad de los platos que se preparan. En una Sociedad donde reina el postureo la cocina no podía ser una excepción. Todos por la pasta (preferentemente italiana).

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