lunes, 5 de febrero de 2024

Entre el azul y la plata



A la memoria de Teresa y Encarna

En estos primeros días de Febrerillo, cada vez más seco y menos loco, todo se reviste del azul y plata de la Candelaria. Se nos presenta como un aldabonazo en nuestra frágil memoria sentimental. Un antiguo eco procedente de los pitos de los afilaores en las puertas de los antiguos corrales de vecinos. Un soniquete callejero para que nunca olvidemos donde están plantadas nuestras raíces más profundas. Mi abuela y mi madre fueron durante toda sus vidas fervorosas vecinas de una Virgen que representó para ellas el epicentro de sus más nobles emociones. Las duras condiciones existenciales que les tocó vivir encontró su necesario antídoto bajo el amparo de la Reina de San Nicolás. La misma que las veía pasar cada día bajo su deslumbrante azulejo. Una suegra y una nuera unidas por la Fe y las más nobles tradiciones que le daba sentido a esto que ahora llaman “el Ejercicio de vivir”.  Dos mujeres y un destino. Unas maestras inigualables de unos descendientes a los que desde muy niños nos enseñaron que nuestro particular Ítaca siempre estaría entre la Puerta de la Carne y la Alfalfa. Ambas tuvieron a la Candelaria en sus labios y su corazon hasta el ultimo día de sus fructíferas y nobles existencias. Inolvidables aquellos añorados Martes Santo donde nos planchaban con enorme esmero nuestras primeras túnicas blancas. Sonreían satisfechas ante nuestra nerviosera de incipientes nazarenos blancos con olores a Jardines y sabores a caramelos de Casa Mauri. ¡Aquellos  mágicos días donde todo estaba por estrenarse!  Las puertas de San Nicolás significaban para ellas el acceso directo al Pórtico de la Gloria. Soltaban en el suelo la talega con las pocas viandas compradas en el Mercado de la Encarnación para rezarle con fervor a la Virgen de sus amores. Ambas sobrepasaron la barrera de los noventa años de existencia y ambas, en un ejercicio de amor supremo, nos dejaron llena de flores la senda que siempre nos llevaría hasta San Nicolás.  Hoy, Alicia, la nieta de Encarna y bisnieta de Teresa ha tomado el relevo existencial  que siempre estará revestido de azul y plata. Pasaron ellas, pasaremos  todos nosotros y solo quedará, como referente de nuestras vidas, la Virgen que vive en la Judería y se reviste cada lunes del año con el manto de las emociones compartidas. El ayer, el hoy y el mañana unidos por una Cruz de Guía anclada en la calle Candilejos. Un Paso de Palio que cuando navega por Sevilla derrama pétalos de azahar. Una Virgen que se mueve entre soles y lunas y a la que por aquí llaman la Candelaria. Un pasado y un presente abiertos en canal buscando el futuro en clave de azul y plata. Un sentimiento atado para siempre en las columnas de la calle Mármoles. Una pila bautismal que nos sitúa en el comienzo de esta bella historia. 

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