El amanecer del pasado Jueves Santo fue un canto a la tristeza. La banda sonora de la melancolía. Una saeta cantada por Leonard Cohen. Poco tenía que ver con uno de los Jueves que relucen más que el sol. Menos todavía con un señalado día de la Primavera sevillana y mucho menos con un soñado Jueves Santo. Aún admitiendo la urgente necesidad del agua como animal de compañía esto no fue óbice para provocar en la Ciudad una fuerte sensación de desencanto. Veníamos de un Miércoles Santo donde las fuerzas de la naturaleza se habían unido para avisarnos de que en el Cielo manda quien manda. No entro por desconocimiento en buenas o malas decisiones a la hora de sacar o no sacar una Hermandad a la calle. Doctores tiene la Iglesia cofrade (quien gestiona este Blog, Salva Gavira, es uno de los mejores). Lo decía don Santiago Montoto: “Ni fías, ni porfías, ni cuestión con cofradías”. Estos días los campesinos desde la campiña miraban al cielo suplicando más lluvia. Los urbanitas desde los pueblos y ciudades le pedían todo lo contrario. Ponemos a Dios en un brete y ya no sabe cuando abrir o cerrar la espita del agua. Bien cierto es que nuestra Semana Santa siempre ha sido un reflejo de las épocas que le ha tocado vivir y siempre supo adaptarse a las mismas sin perder sus señas de identidad. Posiblemente ocurrirá lo mismo en esta época donde lo banal y lo artificial le ha ganado la batalla a lo auténtico. Creo de todas formas que ya hoy todo discurre dentro de los parámetros que marca la Sociedad de Consumo y, de manera un tanto arriesgada, en la Semana Santa de Sevilla se está dando una peligrosa ecuación: aumenta el gentío y disminuye la verdadera Fe. Llegará un día, por pura ignorancia, que olvidemos cuanto celebramos de verdad (la Pasión y Muerte del Mesías) y este hecho, fundamental en el cristianismo, se convierta en una simple anécdota. Afortunadamente todavía nos quedan muchos momentos donde en Sevilla no solo se espera a Dios sino que se le busca. Hoy más que nunca cobra una especial relevancia los actos internos de la Hermandades. Una calle masificada ajena por completo a la “cultura de la bulla”. Una masa teledirigida y completamente desnortada son un serio peligro que puede llevarnos al irreversible deterioro de la idiosincrasia sevillana. Si algo nos enseña la Historia de la Ciudad es que en nuestra Semana Santa siempre convivieron, sin grandes sobresaltos, elementos positivos y negativos. No se trata de ser alarmistas ni tampoco tratar de despertar conciencias dormidas. Es difícil, muy difícil, gestionar una Fiesta donde confluyen tantos intereses y donde se dan cita elementos tan difusos y contradictorios. Lo que parece cada día más evidente es que, en todos los ordenes, estamos instalados en una peligrosa encrucijada política, social, cultural y espiritual. La Semana Santa, nuestra Semana Santa, no podía sustraerse de este contexto donde reina la confusión y la permanente pérdida de valores. Esta Ciudad, de nuestros amores y desvelos, siempre supo resistir los embates de las tormentas de los tiempos. No dejarla sola en esta difícil tarea es nuestro deber y salvación. La de Ella y la de los que bien la quisieron, la quieren y la querrán. La eterna encrucijada entre calidad y cantidad.
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