Afortunadamente mi inevitable romance con el SAS (Servicio Andaluz de Salud) todavía no se otea en un horizonte muy cercano. Aguanto bien el tipo con el paso de los años y tengo a mi ADN materno como mi ángel de la guarda. El ciclo de la vida es nacer, crecer, madurar, envejecer, enfermar y, como decía el Beni de Cádiz, “pa el jardín”. Cuando se altera ese ciclo con una muerte prematura el orden existencial se rompe por todas sus costuras. Lo racional es que los hijos entierren a los padres y no al revés. Por años vividos ya navego por los últimos estados del ciclo de la vida (concretamente en el de envejecer). Hace unos meses y ante la presunción de tener una catarata vertiendo su agua por mi ojo izquierdo me puse en manos del SAS (Servicio Andaluz de Salud). Fui cubriendo todo el proceso protocolario en este tipo de operaciones hasta terminar en Abril con una capucha puesta y un rayo láser apuntándome el ojo. El resultado ha sido más que excelente y ahora creo que veo más de la cuenta. Durante este periodo de tiempo he podido apreciar in situ la enorme valía de nuestro personal sanitario y, también, las difíciles condiciones en las que tienen que afrontar su noble y necesario trabajo. Me llamó la atención en todo este largo caminar (ocho meses entre la primera consulta y la intervención) que la gente que me atendía era muy joven. Siempre, eso sí, con un alto grado de eficacia y un trato que rondaba la excelencia. En lo poco que podía hablar con ellos es verdad que notaba en sus ademanes una cierta sensación de cansancio. Ya nos quedan muy lejos los justos aplausos balconeros ante el enorme sacrificio del personal sanitario (muchos de ellos pagaron con sus vidas). Ahora los recriminamos en sus centros de trabajo como si las taquilleras de los cines tuvieran la culpa de que algunas películas sean malas. Mal haremos si nos andamos con medias tintas y no terminamos de entender que estamos ante una cuestión meramente política. Están desmantelando la Sanidad Pública Andaluza (modélica y ejemplar hace unos años) hasta llevarla con las manos atadas al Puerto de la Privada. Vivimos atrapados en una Sociedad donde cada día gana más peso y terreno lo ultra-liberal. Todo por la pasta. Lo público no cotiza en bolsa ni puede encuadrarse en la Ley de la oferta y la demanda. Las inversiones y el mantenimiento de lo público sale del dinero de las Administraciones (central, autonómica o municipal) quienes a su vez se nutren del dinero de los contribuyentes. No somos pedigüeños pidiendo algo que no nos corresponda y pertenezca. Es un circulo concéntrico que se mueve impulsado por los Derechos Sociales que a la postre representan el verdadero eje vertebrador de los sistemas democráticos. La Democracia es algo más que poder votar cada cuatro años. Ahora que algunos lideres dogmáticos y sectarios cuestionan la Justicia Social es el momento de defenderla con todas las armas cívicas y sociales que disponemos. Si el tejado tiene goteras no esperemos que se arreglará solo o que otros vendrán a repararlo por nosotros. Esto supera el resbaladizo terreno de las ideologías y se sustenta en quienes creen que lo público nunca puede ser moneda de cambio. Se duerme más tranquilo sabiendo que estamos en buenas manos sanitarias (con los políticos siempre terminamos buscando la Dormidina). La Consulta número 3 abierta de par en par. Siempre va depender de nosotros.
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