Difícil, muy difícil, resulta hoy situarse en los necesarios parámetros del equilibrio emocional. Reafirmamos nuestra personalidad más que en el campo de las afirmaciones en el de las negaciones. Sabemos lo que no somos sin saber determinar con exactitud lo que somos (o quisiéramos ser). Nuestras señas de identidad se difuminan por entre los laberintos de las mentiras programadas. Nos han fabricado pequeñas burbujas para que vivamos tan solo pendientes de nuestro entorno más inmediato. El “mío” y el “yo” como elementos primordiales de nuestra personalidad. Históricamente el humanismo cristiano y el socialismo (de verdad) se vertebraban en torno a tres elementos sociales fundamentales. A saber: la solidaridad entre los seres humanos; la empatía hacia las personas más desfavorecidas y la necesaria austeridad. Cubrimos nuestra mala conciencia dándole unos céntimos a quien pide en la puerta de una Capilla sin dedicarle cinco minutos de nuestro “valioso” tiempo. ¿Cuándo la gente de izquierdas había hablado tanto de coches, casas y viajes? ¿Cuándo ha existido mayor grado de hipocresía (doble moral) entre muchos que dicen seguir las enseñanzas de Jesús de Nazaret? Hoy los caminos nacen de la nada y mueren en ningún sitio. Las veredas del dolor ajeno son ya, para nosotros, más ajeno que dolor. Vemos en los informativos niños con las edades de nuestros nietos salir muertos de entre los escombros mientras, con parsimonia, metemos la cuchara en el cuenco de salmorejo. Nos justificamos diciendo que poco o nada podemos hacer para remediar estas terribles y trágicas situaciones. Que las arreglen los políticos que para eso pagamos nuestros impuestos. Los humanos llevamos más de dos mil años instalados en una excusa permanente. Tengamos a mano la Fe del carbonero. Asumimos que no es bueno llevar el pesimismo como bagaje de nuestras vidas. La vida, a pesar de todo y de todos, es bella y merece la pena vivirla alistados en la bandera de la Esperanza. Lo que no es óbice para justificar lo injustificable. La vida discurre entre caminos y veredas. Lo difícil es saber cuales tomar en cada etapa de nuestras vidas. Definitivamente la palabra más importante de estos tiempos es la de “Facturar”. Todo por la “pasta”. Los sentimientos han muerto: ¡Vivan los intereses!
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