Con los avances -enormes avances- tecnológicos de los últimos años existían serias dudas de la supervivencia de los libros en papel. Los visionarios de la cultura tecnológica ya nos avanzaban de manera apocalíptica el final de los libros en su hermosa versión tradicional. Decían que el futuro de la lectura ya estaría íntegramente consolidado en los distintos artilugios donde el papel ya no estaría presente. Afortunadamente esto no ha ocurrido así y los libros de papel, para regocijo de los buenos lectores y lectoras, siguen vivitos y coleando. Nada existe más placentero que la lectura de un buen libro en su formato tradicional. Abrir sus primeras paginas es algo donde lo mágico aparece junto al placer de una nueva lectura. El tacto percibido en las punta de los dedos al pasar las primeras hojas. El olor a libro nuevo que te transporta al paraíso donde conviven en armonía los que disfrutan de la buena literatura. En las librerías de libros antiguos y de ocasión nos adentramos, como náufragos de la lectura, en un mundo donde el pasado de los libros abandonados son nuevamente recuperados a la vida lectora. Decía mi abuelo Félix (maestro de escuela republicano) que el buen lector dispone de la mejor de las herramientas para no sentirse nunca solo. Han sido muchas las Librerías que han desaparecido en Sevilla en los últimos años. Cuando se cierra una Librería se cierra un reducto vivo de la Cultura más noble y auténtica. Los libreros no solo nos vendían libros sino que nos asesoraban desde sus amplios conocimientos de libros y posibles lecturas. En el Mercadillo del Jueves está el gran Rodrigo que desde su puesto de libros nos asesora y nos da grandes momentos de felicidad al precio de uno, dos o tres euros. La relación entre escritores y lectores siempre disponían del necesario puente que construían los libreros. Desgraciadamente este tipo de libreros ya forman parte de un pasado perdido en los brazos del mercantilismo y la modernidad. En la actualidad ya solo te preguntan si vas a pagar en efectivo o con tarjeta. Todo lo demás sobra pues no te tratan como un lector sino como un comprador. La lectura infinita como antídoto contra la desesperanza.
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