El pasado sábado RTVE retransmitió el funeral del Papa Francisco en la eterna Roma. Lo hizo de manera ininterrumpida desde las nueve de la mañana hasta las quince horas. Seis horas de un relato televisivo que se pretendía luctuoso y de homenaje al finado y que, a la postre, ofreció un número indeterminado de lecturas algunas ajenas al significado del evento. Allí estaban algunos de los dirigentes que le mostraron en vida al Papa Francisco un indisimulado odio frentista contra sus opiniones sociales y políticas. Los veíamos sentados serios y compungidos mostrando sus lágrimas de cocodrilo que seguro propiciarían que hasta el mismo San Pedro se revolviera en su tumba. Allí estaban el Alfa y el Omega del tratamiento de la infame e injusta pobreza. El Papa Francisco que siempre se acercó a los pobres y en la otra orilla los mercaderes que con su insaciable sed de rapiña los alejaban de una vida digna. Todo se refleja socialmente aumentando la sideral distancia entre riqueza y pobreza. La fórmula infame de una ecuación aritmética de corte ultra-liberal donde la pobreza para algunos es una infamia mientras que para otros es tan solo un daño colateral de la riqueza. El foco y centro de las miradas de las cámaras de la televisión siempre estaban puestas sobre la “egregia” figura de Donald Trump. Un personaje ridículo y pretencioso que maneja el mundo a su antojo. El único Dios de su propia Religión que no es otra que la del Santo Dinero. Han convertido la Aldea Global en un poblado del Oeste donde quien manda es el Sheriff que a su vez también es el dueño de las vidas y haciendas de sus habitantes. Quien tiene el poder absoluto no tiene que obedecer ninguna orden o consigna aunque estas dimanen del necesario protocolo vaticanista. Se siente completamente ajeno a la indumentaria que manda la normativa para hombres y mujeres en el funeral de un Papa. Eso será para los demás pero no es aplicable para quien tiene las llaves del armero y de las despensas. Allí estaba nuestro hombre con un traje azul y una corbata poco o nada acorde con los funerales de un Papa. Eso para él carecía de importancia pues estaba claro que la uniformidad de los protocolos son solo para los demás. Al menos tuvo tiempo de desarrollar alguna gestión diplomática y mandar a Zelenski castigado al rincón de pensar. Le está ofreciendo una paz permanente para la Guerra de Ucrania donde el invasor se quedará con los pueblos ucranianos conquistados a sangre y a fuego. Vivimos tiempos de soberbia y vanidad donde por la parte alta de la clasificación las afinidades se producen por intereses más que por ideologías. Donald Trump y Vladimir Putin son miembros de la misma secta (la de los negocios y los beneficios resultantes). Aquí Zelenski tiene poco o nada que hacer. O acepta lo que le pongan encima de la mesa o su país seguirá sufriendo las demoledoras secuelas de las bombas. Quién puede ponerse un traje azul en el entierro de un Papa nos está dejando claro quien manda en el mundo. Aquellos que se atrevan a llevarle la contraria ya saben que le amargaran su existencia a golpe de aranceles. El hombre del traje azul planeando sobre nuestras vidas. Todo, eso sí, en riguroso directo.
lunes, 28 de abril de 2025
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