Asumo que el colectivo que compone el Empresariado español será igual de variopinto que cualquier otro. Habrá buenos y malos empresarios. Gente emprendedora y decente, junto a otros más proclives a la usura y la explotación. No aportamos nada nuevo con esta peregrina afirmación sino fuera por las connotaciones colaterales que nos ha traído la Crisis. Ahora, de repente, todas la Empresas españolas –grandes y pequeñas- sin excepción están perdiendo dinero. Viven instaladas en un lloriqueo permanente y consiguen –previa estrategia programada- que los trabajadores de sus plantillas vivan sobrecogidos. Siempre planeando sobre sus cabezas el fantasma del finiquito o la no ampliación de un contrato que se terminará en breve. La picaresca tan ancestralmente española ha vuelto a reaparecer en nuestras vidas (caso de que se fuera alguna vez). Podríamos preguntarnos: ¿Todas las Empresas españolas han visto mermados seriamente sus beneficios? ¿Sobran trabajadores en todas ellas? ¿Ya nadie gana dinero en el campo empresarial? ¿Todas las actividades productivas son hoy deficitarias? En muy pocas ocasiones los conceptos -en el terreno laboral- se nos ofrecen con un mayor grado de simpleza. Hay una táctica empresarial preconcebida tendente a crear una cierta psicosis entre los trabajadores. Estos viven traumatizados ante la eventualidad de desembocar en la cola del Paro. Todos los “currantes” están dispuestos a cualquier claudicación laboral, aunque esta incumpla seriamente las normativas laborales vigentes. Todo antes que perder sus puestos de trabajo. Se están sustituyendo a trabajadores “mayores” por otros muchos más jóvenes y con más posibilidades de ser manipulados (vulgo explotados). Se cambian puestos de trabajo fijo por otros condicionados por los contratos temporales (nuestro Gobierno alienta y bonifica estas prácticas). Los trabajadores se enfrentan a la crisis completamente desprotegidos por nuestro actual Gobierno (¿) y, no digamos, por los Sindicatos. Los primeros no saben ya que inventar para salir del atolladero y, los segundos, se han llevado muchos años configurados como “funcionarios estatales” (sin funciones concretas) y, ahora, no saben hacia donde dirigir pancartas y megáfonos. Evidentemente, no existe regla sin excepción ni puerto marino sin malecón. Pero basta con tomarle el pulso a la calle para saber en que situación se encuentra eso que eufemísticamente conocemos como las “relaciones laborales”. No se trata de que nos instalemos en la apología del catastrofismo, pero, le pese a quien le pese, las numerosas victimas de la Crisis (5.000.000 de parados) están sobreviviendo, fundamentalmente, gracias al esfuerzo colectivo de familiares y amigos. ¿De que viven las numerosas familias con todos sus miembros en paro y sin percibir ninguna prestación? ¿Cuántas comidas –más ropas- llevan repartidas en Caritas desde el comienzo de este desplome social, económico y político? Aunque resulte cansino y repetitivo no podemos dejar de comentar estos temas colaterales a la Crisis. La Historia de la Humanidad está configurada a sangre y fuego por la explotación del hombre por el hombre. La Izquierda no inventó el Comunismo para saciar de poder a los aparatos de los Partidos y que estos masacraran a los mejores –pero contestarios- hijo de la Revolución. Tampoco el Socialismo democrático se creó para –enterrando a la socialdemocracia- hacer más rico al rico y más pobre al pobre. La Derecha –democrática- no puede vivir instalada en un pasado reaccionario, y dándose continuos “golpes de pecho” en los interiores de rancias sacristías. Y los Sindicatos… ¿los Sindicatos?, mejor los dejamos para otro día.
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