jueves, 3 de noviembre de 2011

La soledad del portero ante el penalti


El deporte del fútbol también llamado balompié ya, afortunadamente, no tiene la mala consideración de antaño. Nunca, salvo honrosas excepciones, tuvo una buena acogida por la intelectualidad, y los espectadores del mismo siempre fueron incluidos en el complejo segmento de los descerebrados. Inclusive se consideraba a aquellos que no se consideraban futboleros, ni mostraban ningún interés por este Deporte, poseedores de un plus añadido de exquisitez. La Izquierda española renegó siempre del “Juego de la Pelota” por considerarlo un elemento de alienación franquista. Siempre, decían, con la clara intención de desviar la atención del personal de la problemática política y social que padecíamos. Ahora raro es quien no sabe y habla de fútbol en nuestro país y, empecinadamente, difícil es el día de la semana que no hay un partido. En la actualidad el fútbol forma parte inseparable de nuestras vidas tanto en el plano social como en el sentimental y, he ahí lo más interesante, cubriendo facetas intelectuales. Este Deporte es complejo por su propia configuración. Se dan cita de manera un tanto desordenada los sentimientos, lo sociológico, lo comercial, lo empresarial y, lamentablemente, la violencia extradeportiva. Pero contienen dos elementos que a mí me subyugan: su faceta logística (guerrera) y literaria (narrativa). La primera se construye a través de unas sesudas estrategias y tácticas que nacen de laboriosos entrenamientos y del profundo estudio de las cualidades / defectos del adversario. La segunda sin dejar de estar enlazada con la primera tiene unas connotaciones específicas. Excelentes escritores sudamericanos y españoles como el recordado, Manuel Vázquez Montalbán, elevaron el fútbol al Olimpo de la sensibilidad literaria. Sin olvidar, lógicamente, a Jorge Valdano que llenó su mensaje futbolero de fina sensibilidad expositiva. El lenguaje narrativo de un partido de fútbol está lleno de connotaciones eróticas. Se dice que el balón pasó “lamiendo el palo” y que no “entró” de milagro. O bien que la pelota “besó” el travesaño. La culminación se produce cuando el delantero logra “penetrar” la portería contraria. El orgasmo corporativo que se produce en las gradas en el primer y segundo caso es un “gatillazo” y solo pudieron gritar, ¡Uy!, mientras que en el tercero la realización fue plena y gritaron entusiasmados, ¡Goool! El pasado 22 de Octubre se jugó un Barcelona-Sevilla pletórico de sensaciones épicas y literarias. El Equipo azulgrana –a la sazón el mejor de toda la Historia del Fútbol- atacó a las huestes sevillistas con su Séptimo de Caballería. Disponen de cien armas diferentes para “matar” los partidos y las emplearon todas. El Sevilla se defendió como “gato panza arriba” y el Pinomontanero, Javi Varas, se convirtió en el verdadero héroe de la noche. Pareció conjurarse para defender a los niños andaluces ofendidos por un primate de CIU y decirse para sus adentros: “Le vais a meter un gol a vuestra pu………..”. Pero llegó el fatídico, y a la postre glorioso, minuto 93 de partido. El árbitro se sacó un penalti de la manga, a pesar de que el juez de línea, tras previa consulta, aclaró que él no había visto nada. Y ahí apareció la grandeza, la enorme grandeza, de este Deporte de masas. Un muchacho de Pino Montano, Javi Varas, frente al mejor jugador del mundo, Leo Messi, que iba a chutar arropado nada menos que por 100.000 culés.

Lo que ocurrió ya forma parte de la Historia del Fútbol. ¡Lo paró, ya lo creo que lo paró! Consiguió que sevillistas y béticos saltaran de sus sofás impulsados por la palanca de la dignidad en esta maltratada tierra. Enmudeció el Camp Nou y sonaron a gloria las campanas de los pueblos andaluces. El Fútbol se hizo Épica y Literatura y la noche se cerró al “sevillano modo”. El Sevilla no consiguió la victoria pero salio ileso del fortín azulgrana. No se si será por el “Espíritu de Antonio Puerta” o por colgar en los percheros el ropaje del sectarismo, lo cierto es que estas cosas vertebran en positivo a sevillistas y béticos. No está nada mal que en una Ciudad tan “cainita” como esta el Fútbol se convierta en sedimento sentimental. No señor, no está nada mal que así sea.

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