A pesar de que el nombre de este querido y bondadoso personaje candelario tiene algunas variantes como: Victorino, Victoriano o simplemente Víctor, al final no acertamos con ninguno y le llamamos o bien Vitorino o Vito a secas (por cierto, tenerlo a “secas” no es relativamente fácil). Es un “todo terreno” en clave candelaria y tengo serias dudas que San Nicolás sea su segundo Hogar: creo sinceramente que desde hace mucho tiempo es el primero. Se lleva por San Nicolás y sus aledaños más horas que el balcón de la antigua casa de la Condesa de Ybarra. Su discurso nace de pequeñas pausas y frases muchas veces ininteligibles. Es todo corazón y su capacidad de ofrecerse a los demás no conoce fronteras. A efectos gremiales lo conozco desde hace un montón de años, cuando él trabajaba en Rodamientos Florida. Verlo sin un destornillador o un martillo en la mano es más difícil que ver a un concejal viajando en el autobús de Pino Montano. Es un personaje intemporal y el alma de las hermandades se nutre de personas como Vito (no confundir con el Corleone siciliano) que, a través del trabajo diario y desde el anonimato, lo dan todo por ellas. Su existencia encontraría acomodo en cualquier época pasada o presente de Sevilla. Es fácil imaginarlo en el periodo Andalusí sevillano llevando el mantenimiento de los jardines del Alcázar. O bien en el esplendor de la Vieja Híspalis adecentando los basamentos de las columnas del templo de la calle Mármoles. O bien como mozo de espada de algún torero con altibajos en su carrera taurina. También como utillero del “Sevillafutboclú” en tardes gloriosas de barro y goles del antiguo Nervión. Pasan los Hermanos Mayores; pasan las Juntas de Gobiernos y Vito sigue a lo suyo (que en definitiva es lo nuestro) sin que ni Dios (con perdón) se entere de lo que dice. Asumiendo que el surrealismo no es más –ni menos- que la verdad desnuda y sin artificios, Vito es un personaje que haría las delicias de Buñuel o Fellini. Impagable sus entradas y salidas de San Nicolás que me hace recordar una letra del Flamenco: “Por ahí viene mi compare con la gorra echa patrá / y yo que vengo traspuesto no se si viene o se va”. Sus tirantes forman parte, por derecho propio, del entorno sentimental de San Nicolás de Bari. Miguel Hernández, nuestro Miguel de soles y lunas, entraba “en los algodones como en las azucenas” y Vito entra por algodones para limpiar la estancia de los candelarios. Tiene suerte, mucha suerte, este filósofo de la vida y las cosas de pasar tantas horas con Ellos. Ojala velen por él para que nos dure muchos años. Cuando por imperativos de la vida nos deje es de los que tienen plaza reservada en la Gloria de los buenos candelarios. A su llegada a los cielos San Pedro lo abrazará efusivo y Vito, a mucho no tardar, le preguntará nervioso donde está el trastero con las herramientas. Después a Vito que no lo busquen a tientas pues será fácil de localizar: estará bajo el halo protector de la Candelaria y cubriendo los días en la carpintería de San José.
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