viernes, 20 de julio de 2012

Muerte de un Músico de la Calle


Acabo de ver por la 1 una más que excelente película de aventuras a la vieja y noble usanza: “El Temible burlón”. ¡Que maravilla de acción y talento! ¡Que de recuerdos de los Cines de Verano de mi niñez! Enciendo el ordenador, antes de acostarme en la sauna, por si tengo noticias de mi hija y mis nietos que están por esas playas de Dios. Tengo un correo de mi amigo del alma, Salva Gavira, y me comunica una nueva perdida flamenca. Se nos ha muerto a los sevillanos un muchacho de Cala (Huelva) que se llamaba Fernando, y cantaba fandangos en la puerta del antiguo “Café Madrid”. Manejaba toda la amplia gama de fandangos choqueros. Desde Valverde a Calañas. De Almonaster al Alosno. De “Maria la Conejilla” a “Pérez de Guzmán”. Hacia además algo que en el Flamenco es sumamente complicado: acompañarse él solo a la guitarra mientras cantaba. Decía unas letras preñadas de sentimiento (algunas creo que eran suyas). En la funda de su guitarra tenía unos cds caseros puestos a la venta por un módico precio. En algunas ocasiones me paré a charlar con él, pero por timidez (o por lo que fuera) no era muy dado al diálogo. En una ocasión le planteé a Pepe Torrano (Ingeniero de Sonido de Alta Frecuencia), el intentar hacer una grabación con una serie de músicos callejeros del Centro de la Ciudad (todos de unas cualidades musicales más que contrastadas). Dada su sensibilidad y talento me dijo que la idea le parecía muy buena y que se ponía enteramente a mi disposición. Luego, por una serie de circunstancias, tuve que dejar el proyecto durmiendo el sueño de las cosas que pudieron ser y nunca fueron ni serán. Este muchacho empezó a cantar en la calle Tetuán. Después ya se asentó en la calle Sierpes. Primero antes de llegar a la confluencia con Sagasta y ya definitivamente en la puerta del “Café Madrid”. Cantaba con la cabeza gacha y con una descarga emocional que hacia presagiar una más que difícil existencia. Son personas que adquieren la categoría de personajes urbanos y que nos regalan su Arte a cambio de unas pocas monedillas. Una vez me dijo que le convenía más cantar en la calle que ir llamando de puerta en puerta. Unas veces lo hacía por las calles de Huelva y otras por las de Sevilla (creo que últimamente se decidió por quedarse para siempre entre nosotros). Siento una especial predilección por los músicos callejeros. Difícilmente paso ante ellos sin darles alguna moneda y una sonrisa. Nos piden muy poco para lo mucho que nos dan. Este muchacho nacido en Cala y de nombre Fernando quiera Dios que descanse en el Cielo, pero que no deje de cantar donde quiera que se encuentre. La Música, en cualquiera de sus variantes y situaciones, alegra nuestras fatigadas almas y nos redime ante tanto bandolero suelto. Descansa en paz Fernando y cántale cuando llegues un Fandango del Alosno al Maestro Paco Toronjo.

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