Cambian los tiempos con sus modismos y costumbres e invariablemente nos hacen
cambiar a nosotros. La Sevilla no ya de principios del siglo XX sino de los años
sesenta era radicalmente distinta a la actual. El Centro de la Ciudad donde pasé
mi infancia y juventud estaba llena de vendedores ambulantes (recorrían las calles
portando su mercancía y pregonándola de puerta en puerta). Panaderos portando
su pan –el nuestro de cada día- en carrillos traídos expresamente de Alcalá de los
ídem. Borricos con sus hangarillas laterales llevando melones o búcaros y
cántaros de Lebrija. Toda una cohorte de vendedores, diteros o lañadores de
palanganas y paraguas (amén del inevitable afilaor de cuchillos y tijeras)
formando parte de nuestras vidas y nuestro entorno urbano. Hoy los únicos
vendedores ambulantes existentes –que por cierto son legión- están establecidos en
los mercadillos para que, a módicos precios, saciemos nuestra fiebre consumista.
Heredé de mi madre una memoria fotográfica la cual me permite recordar con
nitidez secuencias de la vida cotidiana de mi niñez. Recuerdo especialmente a un
ilustre vecino de mi “Corral” al que todos conocíamos como “Rafael el de los
camarones”. Era un hombre reservado, bondadoso y con una educación realmente
exquisita. Hermano del famoso “Vicente el del canasto”, salía cada tarde con su
inmaculada chaqueta blanca y portando su canastillo de mimbre cargado hasta los
topes de fresco marisco. Gambas, camarones, cangrejos y mojama (esta última,
parece ser que entonces con poca aceptación, nos la regalaba a los chiquillos a la
vuelta de su particular “Ruta del marisco”) eran los componentes de su costera
mercancía. Todo cubierto con un paño, tan blanco como su chaqueta, previamente
humedecido. El ajetreo de las calles de entonces era tremendo y, exceptuando las
horas centrales de la madrugada, poco proclives al silencio y el sosiego. En
aquellos tiempos faltaba comida y sobraba vida. En los actuales, al paso que
vamos, nos terminarán faltando las dos cosas. No es verdad que cualquier tiempo
pasado fue mejor, ni tampoco es de recibo hacer apología de situaciones –como las
de antaño- de enormes carencias. La vida de los “Corrales de vecinos” era de una
dureza extrema pero también cargada de una gran dosis de solidaridad. Este
Toma de Horas ha surgido después de escuchar en youtube a Elvis Presley
cantando “Crawfish” (Cangrejo) de la película “King Creole”. El origen de la
mayoría de los Toma de Horas son imprevisibles y creo, sinceramente, que son
ellos los que me buscan a mí. Los vendedores ambulantes se fueron difuminando
poco a poco de nuestras vidas y se quedaron anclados en una Sevilla de hambruna
combatida con panes compartidos. Todos los caminos nos llevan a Roma y todos
los senderos al paraíso perdido de la infancia.
Es verdad, yo también recuerdo esos tiempos en mi barrio, Triana, los sonidos del afilador, las tardes en que esperábamos al del rico coqui, que venía con una inmaculada chaqueta blanca, por supuesto el paragüero, el de la lana... También recuerdo como si lo estuviese viendo ahora mismo, el corral llamado de "Los Sargueros", donde vivieron mis abuelos, mis padres, tías y donde nació mi hermano. Iba todos los domingos con mis padres a visitar a la familia. Tienes razón, todos los senderos nos llevan al paraíso perdido de la infancia.
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