domingo, 18 de noviembre de 2012

La Ciudad desasosegada


La Ciudad, nuestra querida y maltratada Ciudad, vive instalada en el desasosiego. Las cuentas no terminan de salirle y el “Zoidazo” se difumina a pasos agigantados. Mucho ruido y muy pocas nueces. Los padres, desesperanzados, pasan su tiempo haciendo cola en las Oficinas del Paro. Las madres -¡ay, las madres!- hacen una y mil filigranas para que la olla express siga pitando cada día. Los jóvenes emprendedores estudian alemán en los Ayuntamientos del Aljarafe. Los abuelos vuelven a sus hogares -¡hogar, dulce hogar!- para cubrir con su pensión los insostenibles gastos domésticos. Los muy niños van provistos de táper con comida a las escuelas infantiles. Los “Depositarios de las esencias” hace tiempo que cambiaron las palomas de la Plaza de América por las Gaviotas de la calle San Fernando. Cuando al final de la misa se nos dice que “podemos ir en paz”, no sabemos si irnos o quedarnos allí rezando un rato. Don Vandalismo y Doña Chapuza se disputan denodadamente la supremacía de la Ciudad. Los socialistas hace tiempo que se reconvirtieron en sociolistos. Ya, ni la Soleá de Alcalá consigue proporcionarnos el necesario temple vivencial. Hoy, esta Ciudad se escribe con C de Crisis y de Caos. Teoría del Caos disfrazada de viajera racionalidad allá por San Esteban. Somos contradictorios por nuestra propia naturaleza de sevillanos dispersos y volubles. Al final se demostró que en Sevilla los ángeles no tenían ni sexo ni tampoco seso. Vamos de nuestro corazón a nuestros asuntos pasando de largo por las puertas de las capillas. “Tocan las campanas de la Catedral y yo sin zapatos yéndome a casar”. Ya está presta la llave inglesa con lo que algún político apretará el primer tubo del Portal de la Feria. Una vez al año coger una herramienta no hace daño. En un cajón duerme inquieto el anhelado Pregón de algún pregonero vocacional. ¿Todo sevillano rancio tienen escrito “su” Pregón? Al final era eso: farolillos y cirios y vamonos que nos vamos. “Sevilla tiene una cosa que solo tiene Sevilla”. Duele y cansa ejercer de sevillano en una Ciudad que reniega de sus orígenes en su complaciente docilidad. Suena la guitarra de Manolo Franco en mi ordenador y el Flamenco, una vez más, consigue redimirme de mi diaria dosis de desesperanza. La Ciudad padece una destemplanza crónica y ni los sabios doctores de la Iglesia consiguen dar con su origen. Todo siempre, absolutamente siempre, queda supeditado a un prometedor futuro que nunca termina por llegarnos. “Sevilla será Sevilla / mientras tenga vino y flores / y mujeres con mantilla / y…tapas de caracoles”. ¿Desde cuando y hasta cuando tienen que llorar su pena amarga las Dolorosas sevillanas¿ ¿Quién o quienes, en clave machadiana, ayudarán a desenclavar a los crucificados sevillanos? Las respuestas viven instaladas en los aires que nos llegan del Aljarafe en Primavera. Ya quedó meridianamente claro que: “Los aires llevan mentira / el que diga que no miente / que diga que no respira”.

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