lunes, 25 de febrero de 2013

Empieza la cuenta atrás



Una copita de “Alfonso”
En la Taberna soñada;
Vivir lejos del responso
Y cerca de tu mirada.

Ahora si que podemos decir con rotundidad que empieza la cuenta atrás. Las cuentas de un rosario sentimental que determinarán que dentro de un mes la Ciudad volverá a renacer en su día más soñado y esperado: otro Domingo de Ramos. Ya todo pasará a un segundo plano –incluyendo el “Magno Vía-Crucis”- y volveremos todos a ser niños ilusionados soñando con el paraíso perdido. Esta Ciudad cobra su magnificencia en las gozosas esperas y se nos muere en la culminación del gozo. Las tradiciones se nutren del maná de la nobleza y siempre giran en un círculo mágico donde todo cobra sentido. La Ciudad estará lista, como siempre y desde siempre, para que el Hijo de Dios y su Bendita Madre salgan a nuestro encuentro. Posiblemente este año y como consecuencia de las calamidades que nos rodean todo cobre una especial relevancia. Estamos sumidos en la desesperanza con el convencimiento de que esto ya no lo arregla ni Dios. Vivamos pues esta Semana de Pasión y Gozo (contradicción que Sevilla explica como nadie) no como la última de nuestra vida, sino como la primera de un tiempo feliz que aún está por llegarnos. Cuando el Cristo del Amor revire hacia la calle Javier Lasso de la Vega el Domingo, el soñado Domingo, ya se nos irá muriendo con Él. En el aire notaremos aromas semana-santeros de Lunes Santo. Pero no nos precipitemos en aras de unos preámbulos que “gracias” a las televisiones locales ya duran todo el año.  Confío que ¡por fin! el tiempo (de nubes y precipitaciones) se nos muestre misericordioso y todas las Hermandades completen sus recorridos sin sobresaltos meteorológicos (ni de cualquier otra índole).  Son ya dos años sin pisar las calles de la Ciudad vestido con mi túnica de ruán pasionario y una tercera ausencia –a ciertas edades- sería un castigo excesivo.  Asumimos que nuestra Semana Mayor es única no por ser la mejor –que también- sino por redimirnos a los sevillanos ante nuestras propias miserias. Las ciudades no son solamente entes abstractos donde sus esplendores son fruto de su belleza arquitectónica-monumental y sus laberintos culturales-sentimentales. Son arterias vivas por donde discurren las tradiciones heredadas de nuestros mayores y donde, cada año, renacen cuando la fe, la tradición y la belleza se unen de manera armoniosa. No conozco a un solo sevillano –incluyendo los legítimamente descreídos- que no tengan en su interior su Semana Santa particular e intransferible. Es, a que negarlo, la llamada de la Ciudad que cada Primavera se reviste de luz y color para mostrarnos, sin fisuras, que todos cabemos bajo su manto. Contextualizar esos soñados días desde la Antropología, el Arte o la Historia es manifiestamente realizable; hacerlo desde la perspectiva sentimental es tarea harto compleja. Son los muertos –nuestros muertos- quienes nos reclaman al conjuro de la llamada de la sangre.  La Tradición no es colocar el dos detrás del uno: es asumir que el tres es la suma de los dos primeros.  Vivamos pues, con arreglo a la enseñanza de nuestros mayores, arropados solidarios entre nosotros y arropando a la Ciudad.

Sale a nuestro encuentro Jesús de Nazaret con su Bendita Madre para mostrarnos sin reservas que el tiempo, cuando lo atrapas la verdad, siempre será eterno. 

Ningún sevillano, vivo o muerto, faltó ni faltará nunca a esta cita de corazones palpitantes. Notamos la presencia de los ausentes y, con los ojos cerrados, extendemos nuestra mano para que nos paseen de nuevo por el paraíso soñado.  Un mes, tan solo un mes, y todo volverá a renacer de nuevo.  Hoy, sin más dilación, empieza la cuenta atrás.

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